En los últimos tres años el ex alcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández, día tras día, se iba convirtiendo en el país en el mejor referente ético y moral sobre la forma de cómo hacer política en Colombia, en medio de este turbio panorama de violencia y corrupción que por estos días vivimos en época preelectoral. El ex alcalde con un tono enérgico y en ocasiones con agresiones físicas denunciaba, señalaba a los corruptos, increpaba a unos y otros, mencionaba sin tapujos a quienes abusaban de los dineros públicos, y poco a poco iba ganando espacio y admiración en el país. A Rodolfo Hernández comenzaron a invitarlo a varias ciudades y regiones en el país para escucharle sus denuncias, por hablar claro y duro, e incluso aquí en Cúcuta en un escenario público llegó a decir que era un desastre para la ciudad que muchos temas de la política se decidieran desde “la Picota”.
El domingo hace ocho días, los que desprevenidamente tuvimos oportunidad de mirar Caracol televisión, no salíamos de la sorpresa, casi de no creerlo: la multiplicidad de chats que desde el principio de su administración, su hijo empezó a cruzarse con presuntos inversionistas y licitantes inescrupulosos para incidir en el manejo del contrato de aseo de la ciudad bonita por más de 750 mil millones de pesos. En uno de ellos, su querido hijo le advierte a uno de sus compinches, así hablando igual de claro como su padre, que ante todo había que asegurar “la coima”, en unos términos y lenguaje como si se tratara de uno de esos rastrojos que tanto abundan por aquí, porque en otro acuerdo “le habían tumbado su ganancia, y esa guevonada no podía volverse a presentar”. O sea, para el ex alcalde de Bucaramanga, ese hombre que hablaba claro y firme, que denunciaba a todos los corruptos de Colombia, que señalaba a unos y otros y que día tras día ganaba imagen en Colombia, no se había dado cuenta que el diablo lo tenía en su propia casa.
La respuesta más ilustrativa de este lamentable episodio se la escuché a la hija de un amigo, una niña de 14 años que estudia en uno de los mejores colegios de Bogotá: “Qué triste, pensaba que era una de las pocas autoridades honestas que le quedaban en este país. Ahora voy a tratar de leer de otras cosas porque la política en este país es muy difícil”. Esa es la primera impresión de una joven estudiante que está tratando de entender a Colombia. Y de verdad no es una tarea fácil entender a este país si se lee por estos días el último informe de la Fundación Paz y Reconciliación, las cosas se hacen más difíciles de entender.
Según la investigación, hoy en día de los 32 departamentos que hay en el país, en 11 de ellos no vale la pena hacer elecciones porque ya se sabe quién va a ganar. Esa platica se puede ahorrar según el estudio. En eso se ha convertido la democracia en Colombia. Entre los 11 departamentos citan entre otros al Atlántico con los Char, al Cesar con los Gnecco, al Valle con Dilian Francisca, Córdoba con los “Ñoños”, y así por ese estilo. Tengo la impresión que en esa lista hizo falta citar uno: el Norte de Santander. Y el análisis continúa, para desfortuna del ingenuo ex alcalde de Bucaramanga, que se dio cuenta de la corrupción que había en todo el país y la denunció valientemente, pero no se enteró de la corrupción que se propiciaba desde su propia casa; y continúa el estudio señalando que hoy en día existen 107 municipios en Colombia en los que bandas criminales pueden llegar a elegir alcaldes. Si la hija de mi amigo que apenas tiene 14 años se enterara de este dato, muy probablemente pronto empezará a mirar otros sitios en el mundo en donde pueda seguir sus estudios universitarios e iniciar otro proyecto de vida, con toda razón. Eso mientras en los próximos días nos enteraremos si el hijo de Rodolfo Hernández alcanzó a cobrar la coima.
En medio de esta cruda realidad en la que se desenvuelve las campañas electorales en el Norte de Santander y en la que en esa lucha, en esa contienda en la que aún gente honesta le apuesta a construir la paz y la democracia en el país, y en la que tan solo hace ocho días otro candidato cayera asesinado en la Gabarra, hay candidatos aquí en Cúcuta y en la región que hacen propuestas, se la juegan, salen a los barrios como sucede con Jairo Yáñez, Fernando Bautista y Jorge Marthey y para el departamento, Juan Carlos García Herreros, que merecen apoyo y suerte para tratar de pasar otra página en la historia del país que le permitan a los jóvenes creer en Colombia, y algún día asumir el reto de dirigir sus ciudades y departamentos.