Mañana 18 de septiembre se cumplen 130 años del fallecimiento del expresidente Rafael Wenceslao Núñez Moledo, que tal era su gracia completa, y coloquial, familiar y políticamente conocido como Rafael Núñez. Varios periódicos del litoral Atlántico y redes sociales, como la Red de Historiadores de Colombia - REHICOL -, donde hay varios compatriotas caribeños, han traído a colación desde hace meses el recordatorio de estas trece décadas, y con justa razón porque es su coterráneo.
Muchos escritores e historiadores se han aventurado a publicar biografías del expresidente Rafael Núñez o de “El tirano esfinge”, como lo llamaron sus enemigos acérrimos.
Eduardo Lemaitre nos dice que Rafael Núñez fue “…, el colombiano más denigrado y al mismo tiempo más ensalzado de cuantos se movieron en el proscenio nacional durante nuestro siglo XIX”.
Para ensalzarlo tenemos las biografías de Indalecio Liévano Aguirre, Ramiro de la Espriella, Nicolás del Castillo Matheu, Carlos Lozano y Lozano y Fernando de la Vega, Joaquín Estrada Monsalve, Arturo Abella Rodríguez, Julio H. Palacio, Antonio Gómez Restrepo, Daniel Lemaitre, Joaquín Tamayo, Marco Fidel Suárez, Miguel Antonio Caro, Eduardo Rodríguez Piñeres, Francisco de Paula Pérez, José de la Vega, Gustavo Otero Muñoz y José María Samper.
Cito estos autores para quienes quieran buscar sus obras y empaparse de la vida y obra del hombre de El Cabrero, que, a pesar de todo, es una vida apasionante de amor al estudio, pluma amena, tenacidad política, resistencia a los ataques políticos, amores tormentosos y sosiego al lado de su amada Soledad Román Polanco o “Misiá Sola”, como solían llamarla.
Para denigrarlo, muchos autores al conocer la noticia de su muerte. Juan de Dios Uribe, “El Indio”, escribió: “Acaba de tragarse la tierra, con asco, al monstruo de la tiranía…”. Vargas Vila también se despachó. “¡Al fin murió! Al fin murió este buitre lírico envenenado por los jesuitas… más ¡ay!, ni bajo la losa del sepulcro hallaría calma...”. Antonio José Restrepo, en un libro sobre la Regeneración y el regenerador Núñez, nos habla del “…estado de postración nerviosa a que su incontinencia burdelera lo había reducido”.
Pero, lo que se sabe y no ha trascendido es la versión según la cual Rafael Núñez no murió naturalmente, sino envenenado. Se sabe que Núñez siempre fue catalogado como traidor por los liberales y al final de sus días pensaba hacer un viaje a Bogotá, como presidente titular, para revertir su obra regeneradora porque no contemporizaba con el rumbo que tenía el país. Esa fue la razón del supuesto envenenamiento.
El escritor barranquillero Julio H. Palacio, pariente y secretario de Núñez, escribió en su libro “Historia de mi vida” sobre “El supuesto envenenamiento del Regenerador”, que no puede afirmar ni negar nada porque no estaba en Cartagena cuando él enfermó y murió. El médico Álvaro Monterrosa Castro nos dice en su libro “Historias para reconocer y recordar” que “Rafael Calvo Lamadrid, médico legista del Distrito y amigo cercano de Rafael Núñez, al examinarlo y realizarle la prueba del espejo le encontró “ciertos signos (...) como la cianosis sospechosa de un envenenamiento con arsénico”.
Lo cierto es que, como dice Julio H. Palacio, muerto Núñez la política regional, la de Bolívar - entiéndase la política costeña- empezó “a pesar muy poco” en la vida nacional.
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