Muchas veces cuando hablaba con mujeres de distintos sectores de la ciudad acerca de sus percepciones sobre seguridad, ellas se enfocaban en la precariedad económica del día a día, la inasistencia en salud o la falta de espacios públicos incluyentes para toda la comunidad. ¿Cómo entender ese aparente salto en la conversación? En esos momentos no comprendía, pensaba que no me hacía entender y que lo que resaltaban era importante pero no lo que estaba buscando.
¿Qué papel debe jugar su insistencia en la construcción de programas de gobierno? Un canon de los aportes feministas sobre la seguridad estudia la relación entre el género, la configuración de la violencia y los conflictos armados, los impactos diferenciales sobre las mujeres, como las estrategias para su transformación. Una columna no me permite ahondar en estas discusiones, así que voy directo a mi aporte para la gobernanza institucional: escuchen a las mujeres y construyan desde su insistencia. De haberme relacionado de manera más cuidadosa con sus palabras habría entendido que, en nuestro contexto, la seguridad es inseparable del bienestar individual y colectivo.
Siendo así, una apuesta de seguridad feminista para Cúcuta buscaría superar el enfoque criminal pues evidentemente no ha dado los frutos esperados, ¿cómo no ha funcionado? Por ejemplo: abordar la violencia contra las mujeres de esta forma ha conllevado a individualizarla, tratarla como un asunto desconectado de dinámicas más amplias de carácter económico y político. Como resultado, las respuestas se centran sobre el aparato penal que no busca la prevención, reparación y no repetición, sino la aplicación de castigos a las conductas que constituyen un delito. Cúcuta ha dado suficientes historias de mujeres a quienes esto no les ha servido, además son ellas quienes resultan castigadas cuando ponen su denuncia en la Fiscalía, en las comisarías de familia o con la policía.
Una apuesta de seguridad feminista para Cúcuta sabría leer su insistencia para entender que el empobrecimiento también es violencia y esta, a diferencia de lo que tanto repiten los feministómetros bajo la etiqueta de “violencia económica”, no se produce únicamente (o de raíz) en los hogares, sino a causa de políticas estatales. Una apuesta de seguridad feminista para Cúcuta entendería, además, que sus voces no buscan una ganancia individual sino el florecimiento de sus comunidades porque saben muy bien que ahí es donde se construyen tejidos que protegen la vida y previenen las agresiones. Es decir, una apuesta de seguridad feminista para Cúcuta entendería su insistencia en la creación y el sostenimiento de condiciones de vida digna.
¿Recuerdan mi columna anterior donde advertía sobre las consecuencias tan perversas que ha generado el refrito de más policía y más cárceles? No saber escuchar es igual de peligroso.
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