Un paper titulado “Tamaño del gobierno y corrupción: un análisis no lineal en el caso de EMCCA” con autoría de Assoumou y Owono Ondo trae una conclusión bien importante: “Una fuerte participación del gobierno en la actividad económica resulta en un aumento significativo de la corrupción cuando el Gobierno supera un tamaño del 13,5508% del PIB”.
En un análisis hecho por este columnista de datos oficiales de composición del PIB histórico entre 1980 y 2022, lo primero que se observa es que el gasto público como componente del PIB no ha hecha más que subir, pero un análisis por gobierno nacional lo hace interesante. Con Julio Cesar Turbay pasamos el límite del paper del 13,5% y para cuando empezó el gobierno de Belisario Betancur, este ya era del 15%. Turbay dijo la famosa frase de mantener la corrupción en su justa proporción, pero pasó el límite. Hay que decir que Belisario se mantuvo en el 15%, al igual que Virgilio Barco hasta el final de su período, cuando ya no podía gobernar, que lo llevó hasta el 18%. Cosas de Germán Montoya. Cesar Gaviria lo llevó hasta un 21% gracias a la nueva constitución.
Ernesto Samper soltó las amarras y llevó el gasto público hasta un 28% del PIB. El proceso 8000 ha costado desde entonces 7 puntos porcentuales del PIB y Samper todavía se atreve a hablar de un golpe blando. El cinismo político extremo validando a Petro. Pastrana subiendo y bajando se mantuvo en ese nivel ya altísimo. Álvaro Uribe lo bajó en el primer período hasta un 25%, pero debido a la reelección, en su segundo período lo mandó a un 31%. “Lo que ha costado el articulito”. Juan Manuel Santo y su mermelada se mantuvieron en una franja entre el 29% y el 32%, este último valor por la época del plebiscito. E Iván Duque lo llevó hasta 35% atendiendo las demandas del “estallido social” dirigido por las milicias urbanas de la guerrilla y la Primera Línea, la incontenida migración venezolana y la pandemia. Con Duque llegamos a 2,5 veces el límite de corrupción del 13,5%.
A este análisis para validarlo habría que saber como ha sido el comportamiento del PIB histórico quitando el gasto público para ver si además de gastar, los gobiernos se han tirado la economía real. Pero eso ya sería consultoria y no es importante para la conclusión de esta columna. En diversos estudios se muestra que un estado grande sumado a un sistema institucional débil es el caldo de cultivo de la corrupción sistémica y estructural, que es lo que estamos viendo en este momento: el estado como botín en manos de un presidente imperial.
En Gustavo Petro, sin hacer proyecciones, se juntan las dos variables del cociente: en el numerador un gasto público creciente exponencialmente y en el denominador un PIB real en franco deterioro, lo cuál llevará el gasto público a niveles de los países más corruptos del mundo como Venezuela, Siria, Nicaragua, Somalia y Haití. Los regímenes “populares absolutos” son la corrupción total. Y pensar que la izquierda aún se define como la luchadora contra la corrupción y la defensora de la justicia social, ésta última en una economía tan enferma como la del Estado omnipresente, solo aumenta. Aún hay idiotas útiles defendiendo ese comportamiento no se sabe si por fanatismo, resentimiento o simple idiotez.
Otro paper titulado “Evaluación de los determinantes de la corrupción en proyectos de infraestructura a nivel institucional y de proyecto: evidencia de proyectos financiados por el Banco Mundial” publicado por la American Society of Civil Engineers, concluye que, “la corrupción del sector público, el tamaño de los contratos y la repetición de adjudicatarios, tienen impactos importantes en la corrupción a nivel de proyecto”. Solo basta ver el caso de la Unidad para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), para ver el desastre que la corrupción causa y la hecatombe que se avecina.
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