Desde hace muchos años, la autoridad de tránsito ha hecho múltiples esfuerzos por lograr que los conductores de servicio público individual utilicen el taxímetro y el ciudadano además de exigir su uso, pague el valor que acusa el equipo, sin embargo a la fecha es poco lo que se ha avanzado en el tema y de ahí los problemas que en varias oportunidades se suceden.
Pese a que los representantes de las empresas de transporte que prestan el servicio, manifiestan que dentro de sus reglamentos internos se contemplan sanciones para aquellos afiliados que incumplen la medida, el asunto tiene varias aristas puesto que es recurrente la situación donde el usuario prefiere negociar la tarifa puesto que de seguro, es un recorrido que ha realizado durante varios años y es conocedor que la activación del taxímetro, le va a costar unos pesos más.
También se presenta con relativa frecuencia, escases de unidades que pudieran pasar por determinada vía y cuando finalmente aparece un taxi que detiene la marcha, pregunta al ciudadano cuál es su destino y el costo de la “carrera” de tal manera que el solitario usuario prefiere aceptar las condiciones del conductor y así evitar ser presa fácil de la delincuencia.
Otra situación se presenta cuando el pasajero no tiene certeza de la dirección de destino y es ahí cuando algunos avivatos profesionales del volante, prefieren activar el taxímetro para poder justificar el costo de las vueltas innecesarias al cliente.
Sin embargo, la “tapa” la puso el taxista que bajó a la pasajera en el Aeropuerto Camilo Daza, porque le fue exigido el uso del equipo, situación que mereció el reproche ciudadano, toda vez que lo exigido por la usuaria era lo más correcto y además, justo aunque así no lo vio el conductor.
Son muchas otras las situaciones que se presentan y que nunca son denunciadas, porque históricamente la capacidad de atención de quejas del servicio público, no goza de la mejor calificación y por el contrario, es un secreto a voces que es poco o nada lo que se hace y es por eso que no se conoce con mediana precisión, el alcance de los abusos cometidos en los dos sentidos. Es decir, el taxista que no activa el equipo y el usuario que no lo exige, motivo por el cual pasarán otros trece años y el problema del uso del taxímetro quedará intacto, en el entendido que no hay suficiente cultura ciudadana que aterrice al usuario en materia de uso y abuso de un servicio público tipo taxi individual.
Por lo anterior, concluyo que la estrategia de la administración para crecer como ciudad, debe tener insumos tan importantes como la pedagogía, para que los administrados entendamos que la ciudad debe cambiar en todos los sentidos, y que la conducta humana, es la clave en el uso y exigencia del taxímetro.