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Los estragos dejados por las lluvias recientes en Cúcuta demuestran la vulnerabilidad de muchos sectores de la ciudad, principalmente de aquellos que se han asentado cerca a fuentes hídricas como Los Arrayanes y 23 de Enero, duramente afectados por la crecida de la quebrada Tonchalá; conjunto cerrado Arkamar, impactado por el río Táchira, y la parte baja de San Rafael, amenazada por el río Pamplonita.
Las fuertes precipitaciones de las últimas semanas dejaron en el municipio cerca de 1.100 familias damnificadas, de las cuales más de 900 son de la zona urbana. Y puede que haya más afectados, debido a que los aguaceros continuarán hasta el primer semestre del 2021, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).
Gráfico: Karina Rodríguez - Fuente: Departamento de Planeación Municipal.
El Departamento de Planeación de Cúcuta cuenta con mapas del área urbana en los que se identifican los sitios de amenaza baja, media y alta de inundación, así como los de amenaza baja, media y alta de remoción en masa (deslizamientos). Algunas de estas zonas de alto riesgo donde no se debería construir.
Son más de 40 barrios los que están en zonas rojas, por las altas probabilidades de deslizamiento. Estas zonas también están identificadas en el mapa Usos de Suelo Urbano del Plan de Ordenamiento Territorial (POT).
Para Diego Rivera, constructor y quien ha desarrolla proyectos habitacionales en la ciudad, el riesgo no ve estrato sociales, pues recordó que urbanismos como San Isidro, Portobello y otros condominios detrás de Almacenes Éxito tuvieron afectaciones por el río Pamplonita, pero con las intervenciones que se hicieron en los márgenes esa situación se superó.
“Los afluentes no respetan estratos. Desde la Curaduría siempre nos han dicho que se debe respetar la ronda mínima del río, unos 100 metros a cada lado, cuando se va a construir. Además, el río tiene unos caudales máximos. Si no se respeta eso y se emiten las licencias, entonces le cae la responsabilidad a Curaduría y al mismo constructor”, expresó.
Rivera destacó que el riesgo que genera esa cota máxima del caudal de un río se mitiga con enrocados, como los edificados por la Corporación Autónoma Regional de la Frontera Nororiental (Corponor) en el río Pamplonita, a la altura de El Malecón, para la estabilización de taludes.
Agregó que esos diques deben superar la cota máxima de inundación del afluente. Pero, en el caso del río Táchira nadie le ha prestado atención. “Cualquier construcción cerca de una quebrada, en la que no se respeta la ronda, puede tener problemas en el futuro”, recalcó.
Diego Rivera considera que ha habido control por parte de la Alcaldía, pues en cuanto detecta una construcción o una remodelación los funcionarios van a verificar si cuenta con los correspondientes permisos; y de eso él ha “sido testigo”.
La Opinión intentó también conocer el punto de vista de algún funcionario de Planeación del municipio sobre en cuáles sectores no se debería construir, pero no fue posible, tras dos semanas de insistencia.