El Salado está lleno de una historia que inició hace unos 160 años, cuando era un corregimiento de Cúcuta. Para 1986 se consolidó como barrio y siempre se ha caracterizado por tener una tradición comercial, que empezó con el paso del ferrocarril por ahí y ahora tiene bodegas, fábricas y empresas.
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Pero lastimosamente la ubicación de esas empresas no ha sido un indicador que ayuden a mejorar las condiciones de este barrio.
Las vías parecen trochas.
“Esto acá no parece que tuviéramos carreteras sino trochas, la gente hace lo que puede para transitar, pero el paso de vehículos pesados, que arriban con cargar, además de la humedad y la falta de mantenimiento, han hecho de muchas de las calles estén destrozadas”, aseguró Raúl Correa, un habitante de la zona.
Este hombre, que toda su vida ha vivido en El Salado, sostuvo que ha sido difícil ver un progreso, porque el abandono por parte de las administraciones municipales no les permite tener vías en buen estado, ni seguridad.
Varias calles tienen décadas sin pavimentarse, pese a que la gente se ha quejado con la Alcaldía de Cúcuta porque en otras zonas si llega el asfalto, pero hasta El Salado no.
La inseguridad
Julio Cesar Mejía, presidente de la Junta de Acción Comunal de El Salado, indicó que la inseguridad es uno de los flagelos que tiene ‘contra las cuerdas’ a la comunidad. La viveza de los delincuentes parece no tener un límite, aprovechan que detrás de algunas fábricas es oscuro y solitario para esconderse luego de un atraco o ‘pescar’ a quienes pasen por allí.
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“Acá es inseguro porque los delincuentes aprovechan que hay rutas de escape para los barrios La Ínsula, Aeropuerto, García Herreros… Estamos mal”, indicó una vecina del sector.
El líder comunal también señaló que, “acá deberían poner un Centro de Atención Inmediata (CAI), pues por ejemplo, en el puente peatonal que está en la avenida 7 con calles 16 y 17 y comunica con el Colegio Eustorgio Colmenares Baptista, avenida 6 con calle 17, es inseguro a ratos… Por allí pasan los niños”.
Un excelente colegio
El colegio Eustorgio Colmenares Baptista lleva el nombre del fundador de La Opinión desde hace 29 años. La rectora Clemencia Garnica de Barajas bautizó el plantel educativo así como un homenaje al trabajo periodístico y social de ese ilustre personaje de la ciudad.
Allí estudian niños y jóvenes de otros barrios como Panamericano y Aeropuerto, entre otros, que pasan el puente peatonal para llegar a la institución educativa. Sus instalaciones se encuentran en buen estado.
Antes de ser colegio era una escuela que funcionaba en la casona donde anteriormente estaba la estación ferroviaria de El Salado, avenida 6 con calle 19. Ese espacio fue adaptado para el centro de enseñanza en 1962, dos años después que la locomotora frenó su marcha.
“Se llamaba Escuela Número 44 del barrio El Salado, venían los niños del barrio y también de otros sectores. Fue una época bonita”, dijo el presidente de la JAC.
La bonanza y el ferrocarril
La estación del ferrocarril de El Salado es un capítulo importante en la historia de ese barrio, ese lugar cerró sus puertas en 1962 y luego que la escuela pasó a ser el colegio que ahora todos conocen (1993), quedando abandonada y a merced de los ladrones que se robaron todo.
Aunque la comunidad trató de defender ese patrimonio histórico, la delincuencia se llevó todo, no dejaron ni la baldosa de los baños, puertas o cualquier otro objeto. Quedando un lote baldío, que lo usan para montar hasta circos.
La época dorada de la locomotora trajo riqueza para la comunidad, que aprovechaba para revender algunos productos que venían desde Venezuela o poner a disposición de los comerciantes su mano de obra.
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Algunas personas construyeron sus casas gracias a la bonanza del café y el comercio con Venezuela que pasaba obligadamente por El Salado.
La Junta de Acción Comunal busca los recursos para construir en ese espacio unos salones donde la comunidad pueda hacer cursos los fines de semana.
El puesto de salud
Julio Cesar Mejía denunció que en el puesto de salud, ubicado en la avenida 7 con calle 20, hacen falta dos sillas de odontología, las que hay desde hace unos 20 años se dañaron en 2021, y pese a las peticiones que han enviado a las entidades encargadas, no han tenido una respuesta.
La solución para mejorar el servicio de odontología fue trasladar al higienista dental que trabajaba allí, dejando a las personas del barrio sin la posibilidad de tener una cita.
“Acá viene gente de San Faustino, Panamericano, San Gerardo y otros sectores… Medio arreglaron y pintaron, pero no repararon las puertas, en la sala de espera la gente no se aguanta el calor porque no hay ventiladores” añadió Mejía.
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