Para Andrés Méndez* es difícil mantener el consumo de bazuco y heroína (‘h’), dos sustancias a las que es adicto desde hace cinco de sus 25 años de vida. Cambió su trabajo como zapatero en el barrio San Miguel por reciclar por las calles del centro de Cúcuta en la búsqueda del dinero para comprar las ‘bichas’.
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Un gramo de bazuco le vale $1.800 y le alcanza para tres ‘pipazos’, que se fuma de manera desesperada en una pipa que hizo con lapicero, papel aluminio la tapa de una crema para dientes, que los amarra con ligas para el cabello. La ‘h’ se la inyecta con una jeringa personal y solo le dura una dosis.
Esta última droga se la entregan en una bolsa plástica pequeña o un pedazo de pitillo. La tiene que ligar con agua y calentar en una cuchara; lo demás es de apretar su brazo izquierdo con un pedazo de camisa e inyectarse, para quedarse dormido, como un zombi durante unos 30 minutos.
Cuando se levante querrá más bazuco y heroína o le dará el síndrome de abstinencia, llamado por los consumidores como ‘El Mono’. Sentirá que le rompen los huesos, ganas de ir al baño, vomitar, dolor de músculos y un desespero que solo acabara cuando vuelva a fumar bazuco e inyectarse.
“Me toca mínimo comprar 3 gramos de bazuco para todo el día y la heroína en la noche, porque si yo no meto no duermo y así garantizo que descansaré.
Uno se jala el primer ‘pipazo’ y es un sabor como de un dulce muy rico que uno quiere probar más y más, luego ya vende hasta a la mamá por una dosis”, dijo Andrés*.
Como él hay un poco más de 1.211 habitantes de calle, de los cuales un 5 por ciento serían menores de edad y un 42% extranjeros que encontraron en la capital nortesantandereana un paraíso para el consumo de drogas, que se pueden costear reciclando o hasta robando a la gente y las cosas de las viviendas.
Pero, resocializar a esa población es una tarea titánica a la que se han unido el Hospital Mental Rudesindo Soto, dándoles las dosis de medicina como la sertralina y otras como metadona para aliviar ‘El Mono’ y el Centro de Oportunidades, donde son acogidos, que es público y cuyos recursos son de la Alcaldía de Cúcuta.
Es claro que hay otros espacios privados, a los que llegan porque los familiares, en muchos casos, los internan y pagan una mensualidad, pero no todos tienen la posibilidad de costear ese servicio, acudiendo a este espacio público en el que actualmente hay 80 personas: hombres y mujeres que luchan a diario por salir del infierno de las drogas.
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Entre esos valientes 25 están en el programa Guardianes de mi Parque. Ismael Tafur es uno de ellos, llegó al sitio para dejar de consumir bazuco y volver a estar con su familia en esta segunda oportunidad.
“Nosotros salimos a limpiar los parques, nos podemos encontrar con personas en condición de calle y les decimos que se puede salir de eso y lo llevamos a resocializarse. Es bonito porque antes la gente nos corría, ahora nos aplaude”, dijo Tafur, quien está terminando su bachillerato y espera reencontrarse con sus seres queridos.
Juan Santaella, coordinador del programa Habitante de Calle, sabe que esta es una tarea difícil, pues son personas con diferentes temperamentos y algunos recaen en la droga, vuelven a la calle y pasadas semanas o hasta meses, vuelven por otra oportunidad.
“Es paciencia y perseverancia. La resocialización es un proceso lento en el que cada uno de ellos aprende cosas nuevas, sabe que puede trabajar en algo y hasta salen contratados. Uno se fue para una fábrica de calzado y la jefa de él nos mandó pares de zapatos en agradecimiento”, dijo Santaella.
La delincuencia y las zonas
Mientras unos se rehabilitan, otros siguen buscando de manera desesperada el dinero para consumir, sin importarles robar o hasta atracar a las personas. Se aprovechan de la ley del silencio que reina en lugares como en el Canal Bogotá, Malecón, Puente de Guadua, parque Lineal, y barrios donde deambulan a diario.
El Canal Bogotá y el parque Lineal son lugares donde durante varios años se ha vivido el flagelo de la indigencia y el expendio. Las personas saben que en un ‘santiamén’ puede salir uno de ellos para robarles los repuestos de sus automotores o atracarlos.
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El comercio de esa zona es el más afectado, como varios comerciantes de un reconocido centro comercial de ese sector admiten: “La gente no viene a comprar porque es una zona donde los consumidores de droga están siempre pendientes de quienes llevan plata o algo de valor, o ‘campanean’ a delincuentes”, dijo un comerciante.
Esas zonas hacen parte de la comuna 1, conformada por los barrios: El Callejón, El Contento, El Páramo, El Llano y La Playa, que está impregnada por los habitantes de calle que hacen de las suyas a diario, en especial en la noche, cuando el comercio cierra y las cuadras quedan solitarias, según dijo un líder comunal.
El líder, que no reveló su identidad por seguridad, dijo que las autoridades no dan abasto para controlar esa problemática, además, esa comuna es clave porque tiene cercanía con el Malecón y el Canal Bogotá.
“Son pocos uniformados para estos barrios. Además, hasta que no acaben con las chatarrerías que les compran las cosas robadas a ellos, la situación no va a cambiar”, añadió.
La afectación al comercio también se ve en los barrios Los Caobos y Blanco, a la gente les roban las cosas de sus casas y amenazan a la gente cuando no le dan monedas.
A pocos metros del CAI Arnulfo Briceño del Malecón está el Puente de Guadua, un atajo para los transeúntes que cruzan desde San Luis para las Avenidas Gran Colombia y Los Libertadores. Ese lugar es la casa de habitantes de calle que duermen, hacen sus necesidades fisiológicas y podrían hasta atracar a alguien.
Un equipo periodístico de La Opinión atravesó ese lugar a diferentes horas y no vio ni un uniformado, solo consumidores durmiendo y paseándose de un lado al otro.
“Mire este lugar (Puente de Guadua) no se han robado el monumento de metal que hay acá porque está soldado. Sin saber cuántas veces lo han intentado; los estudiantes tienen miedo de pasar porque simplemente los atracan”, dijo Martha León, habitante de San Luis, que le toca pasar junto con su hija por allí a diario.
René Díaz Granados, director del Departamento Administrativo de Bienestar Social, indicó en su momento, se están generando acciones para que los habitantes de calle se resocialicen y esta problemática disminuya.
“Lamentablemente el número de habitantes de calle ha crecido en la ciudad".
Estamos recibiendo una migración de esta población muy compleja, se está mirando la posibilidad de aumentar el centro de atención. La problemática es el alto consumo y que las sustancias están a bajo costo. La mayoría de ellos están haciendo daños para sostenerse el día a día”, añadió Granados.
Las autoridades asumen que esa problemática es de las entidades de salud y sociales, que siempre han trabajado en su resocialización, desconsiderando el nivel de inseguridad que los habitantes de calle generan en Cúcuta.
El general Óscar Moreno, comandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta, indicó que ese tema no sería especialidad de la fuerza pública, pues otras organizaciones llevan trabajos sicológicos, clínicos y hasta espirituales con esa población.
Alejandro Martínez, secretario de Seguridad Ciudadana de Cúcuta, añadió que en diferentes zonas de la ciudad se han hecho operativos para ahuyentar a los consumidores. Aunque el problema no se resuelva de fondo, puesto que de no existir un delito no pueden ser capturados y la dosis mínima está permitida en el país (20 gramos de marihuana, uno de cocaína y cinco de hachís).
(*) nombre cambiado
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