En una ocasión recordamos aquí que en Cúcuta llegó a hablarse de las lagunas de oxidación para combatir la contaminación del río Pamplonita con las aguas servidas. Eso fue en 1991 cuando tal proyecto lo planteó el alcalde de aquella época Jairo Slebi Medina, al Concejo.
Treinta y tres años después la ciudad escucha que el plan que ahora lleva por nombre Planta de Tratamiento de Aguas Residuales requiere de la inversión de $1.2 billones y que está abierta la posibilidad de que ese valor lo asuman el Gobierno Nacional, en un 70%, y el 30% restante entre la Gobernación de Norte de Santander, la Alcaldía y Corponor.
La idea es que esta alternativa se cristalice, porque en los actuales momentos Cúcuta lleva a cuestas un título poco honroso de ser la única ciudad capital, con más de 500.000 habitantes, que no tiene planta de tratamiento de aguas residuales.
Lo más rápido que se logre avanzar en la consolidación del proyecto la región podrá emprender esta megaobra tan necesaria en el campo del saneamiento básico, el cuidado y descontaminación de los afluentes que surten de agua a nuestros acueductos.
Para que la gestión tenga la eficiencia y eficacia debida, es recomendable no olvidar algunas advertencias que un funcionario del pasado gobierno nos hiciera sobre las condiciones en que nos encontramos por tener a nuestros ríos convertidos en fuente receptora de aguas servidas.
Se trata del exministro de Vivienda, Jhonatan Malagón, quien dijo que en Norte de Santander el 95% de las aguas negras caen a los ríos sin ninguna clase de tratamiento, situación que pone al departamento en las mismas condiciones de degradación sanitaria y ambiental que padecen los países del África Subsahariana.
Por eso hay que darle la máxima prioridad a este programa para avanzar prontamente en la asignación y de los recursos nacionales para que no se vayan a presentar tropiezos en la asignación, y aprovechar las siguientes palabras del viceministro de Agua, Edwar Libreros.
“Estamos revisando la posibilidad de cumplir un anhelo para el país, los ciudadanos y el planeta Tierra con la construcción de proyectos de PTAR”.
Por fortuna ya están avanzados varios procedimientos, contándose en este momento con la estructuración técnica, social, ambiental y financiera, lo cual dibuja el panorama de que por fin este grave problema de contaminación y afectación de los ríos tendría una solución adecuada para los habitantes del área metropolitana.
Numerosos son los beneficios de contar con esa clase de infraestructuras de esa naturaleza para tratar aguas residuales como las previstas plantas de Pamplonita y Tonchalá, entre ellos, garantizarles a los habitantes un río y no una cloaca de donde tomar el agua que llega a las viviendas, empresas y el comercio.
Es que esa contaminación desbordada tiene contenerse con obras de infraestructura de esa envergadura, porque de lo contrario, de aquí a mañana, de nada valdrá el Acueducto Metropolitano, si los afluentes que lo surten están rebosados de aguas negras que caen a su lecho.
Invertir en esta clase se obras es una garantía de salubridad para la población, de conservación de la vida, de preservación del medioambiente, pero también un motivo para impulsar la de toma de conciencia ciudadana en estos asuntos que implican evitar que los caudales de nuestro Pamplonita o Zulia queden convertidos en fétidas corrientes y también para que se cuiden y las cuencas.
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