En el peor de los escenarios se encuentra hoy el Oriente Medio que ha llevado a tales niveles la tensión, que incluso los temores de que una tercera guerra mundial estalle siguen acrecentándose .
Y desde toda lógica eso no puede ser posible. Por algo será que el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres hable de una máxima moderación en una región que se encuentra al borde del abismo bélico, luego de que hace seis meses la guerra en Gaza que sigue cocinándose a fuego lento.
Es que asistir a los enfrentamientos entre Israel e Irán provoca un estado de alarma de máxima intensidad, en el cual debería tenerse presente el llamado de la secretaría general de la ONU a terceros Estados, en particular a aquellos con influencia, para que hagan todo lo que esté en su mano para garantizar que no se produzca un mayor deterioro de una situación ya de por sí extremadamente precaria.
De verdad que la volatilidad en la región es muy peligrosa, con las confrontaciones de los israelíes con Hamás en la Franja de Gaza, la delicada situación humanitaria en ese lugar para los palestinos, y los duelos armados entre países, nos muestran que los pueblos de Oriente Medio se enfrentan al riesgo real de un devastador conflicto a gran escala.
La reciente refriega de ataque misilísticos y de drones recuerda que la rivalidad obedece a que los iraníes son considerados por los israelíes como una amenaza de alto riesgo por el apoyo a Hezbolá en Líbano y a Hamás en Gaza.
También los analistas recuerdan que Teherán considera a Israel como un obstáculo para el desarrollo de su influencia regional y que es la primera vez que el régimen iraní ataca directamente en suelo israelí.
Este escalamiento ya deja entrever que la volatilidad hacia un enfrentamiento bélico de inmensas dimensiones sigue adquiriendo fuerza en aquella parte del mundo, donde potencias como Estados Unidos y Rusia deberían hacer valer con vigor su influencia para evitar que todo se salga de control.
En un análisis, BBC News Mundo recuerda algunos motivos que han alimentado el conflicto entre Palestina e Israel. Uno de ellos es Jerusalén, porque ambos la consideran su capital. La Autoridad Nacional Palestina y Hamás piden la parte oriental como su capital, pese a que Israel la ocupó en 1967.
La guerra desatada entre Israel y Hamás ha dejado 614 soldados israelíes muertos, un total de 33.200 gazatíes han perdido la vida al igual que se contabilizan 75.800 palestinos heridos en las fuertes refriegas desatadas desde octubre del año pasado.
Otra forma para medir las implicaciones de esta tragedia, es que todavía siguen secuestradas 129 personas de las 253 que fueron hechas cautivas y que permanecen en Gaza.
El Derecho Internacional Humanitario habla de que los inmuebles y vehículos médicos no deben ser atacados, unos 484 trabajadores médicos han muerto y 32 de los 36 hospitales localizados en la zona de Gaza fueron destruidos por fuerzas de Israel con el argumento de que Hamás los utiliza como bases para sus operaciones militares.
Tiene la humanidad en el Medio Oriente una urgente labor de paz por cumplir para evitar que en la inestable región se desate un infierno que a la postre arrastre a más países y ejércitos a una guerra que puede terminar muy mal y en la que la estabilidad y la paz mundial enfrenten su más riesgosa prueba.
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