La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Frontera
Un dulce aprendizaje antes de emigrar
Una pareja de tachirenses enseña repostería a sus paisanos que emigran del país.
Authored by
Image
Helena Sánchez
Sábado, 8 de Septiembre de 2018

¿Te vas del país? ¿Necesitas aprender un arte? ¡Te preparamos con talleres intensivos de 2 y 4 días!”

Así: simple, rápido y vía Facebook, Mayra Peña y Alejandro Álvarez, una pareja de chefs tachirenses convoca a sus alumnos a aprender repostería, panadería y pastelería, antes de que emigren de Venezuela.

Con 10 años de experiencia, un programa de cocina en la Televisora Regional del Táchira (TRT) y la vocación de enseñar, afirman que la gastronomía “en cualquier parte del mundo abre puertas”, y de eso ya son testigos sus pupilos ubicados en Chile, Colombia, Perú, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, y las demás naciones que refugian a los inmigrantes.

Así “no llegan tan crudos”, en especial ahora que “la gente está buscando prepararse para empezar algo, o trabajar en una cocina”, antes de desplazarse tras las recientes medidas económicas tomadas por el presidente Nicolás Maduro, que atemorizan a los habitantes y los llevan a salir con prisa del territorio.

“Hemos tenido un ‘boom’ a partir del cono monetario”, relata Mayra. “La gente ha sentido más presión por salir del país, y hemos incrementado el número de participantes”.

Aunque los talleres se dictan desde hace años, por estos días la experiencia cambió, y de los 20 a 25 estudiantes que reciben, 10 toman la decisión de emigrar.

Además, la escasez de productos, el desmejoramiento de las academias, la salida de otros chefs que ya dejaron la región, favorecen esta empresa de postres, que intensificó sus horarios y en apenas cuatro días, desde las 10 a.m. hasta las 5 p.m. enseña de todo un poco: panadería, repostería, pastelería, cocina, “para que se vayan bien nutridos”.

Con cada módulo se abre el apetito: pan artesanal, elaborado sin máquina; pan canilla, que es un tipo de pan salado; tortas básicas y de sabores; cremas para decorar; donas, con sus respectivos rellenos; masa de hojaldre; pizza, entre otras preparaciones.

Las fotografías dan cuenta de exquisitas recetas, crocantes, doradas, esponjosas o caramelizadas, que se llevan consigo estudiantes universitarios que abandonan sus carreras, docentes, enfermeros, empleados del gobierno, y hasta militares e integrantes de la Guardia Nacional Bolivariana, que también pasan por allí.

Algunos, desertores; varios, quieren ayudarse con una alternativa, y otros… Mantienen el silencio y la discreción, diciendo que solo van a aprender.

“Tuvimos un militar”, recuerda Alejandro. “Estábamos enseñando a hacer pasta, y él se la llevó porque les estaban dando puuuura sardina, y dijo: Mejor me llevo la pasta, la preparo con las sardinas, y como mejor”.

“Quedamos como: Ay, Dios… Hasta allá hemos llegado... Hasta los mismos militares que ejercen la soberanía en el país…”, agrega, aún impresionado porque no imaginó admitir esa realidad tan de cerca.

“Al ver eso, pues más lo ayudaba, y le decía: lleve, porque estamos para servirnos”.

Venezolanos de todas las edades participan de los talleres, en los que siempre hay una foto de recuerdo.

Siempre en contacto

Cada historia “es dura”, afirman, pero según Mayra, “los venezolanos nos ayudamos los unos a los otros”, y por eso, “queremos que ellos no pasen necesidad”.

En parte, por eso, dan algo a quienes les piden; facilitan los pagos de los cursos; a veces invitan participantes, y Alejandro les permite dar un vistazo a quienes no tienen cómo pagar.

“Nos dicen: ¿Podemos ver? y claro, no por encima de quienes pagan para ese conocimiento, pero los dejo ver lo que hacemos, porque entiendo que también quieren aprender”, dice.

Además, el contacto con quienes se marcharon es permanente, “nos encariñamos con ellos”, dice Mayra, y hay que seguir orientando a quienes aprendieron desde cero, sin insumos, readaptando recetas.

“Las personas que están afuera nos cuentan qué consiguen, cuáles son las características de los materiales”, y sigue la enseñanza, para garantizar el éxito de las recetas.

Como en Venezuela es difícil y costoso obtener productos como huevos, harina, mantequilla y azúcar, varios de los procesos se hacen de forma artesanal; eso sí, teniendo en cuenta que en los talleres, los chefs comparten la totalidad de sus materiales en bodega, para evitar gastos y penurias a sus aprendices.

“Si vamos a hacer una torta tres leches, no tenemos leche condensada, entonces tenemos que empezar desde la elaboración”, afirma Mayra. “No tenemos leche evaporada, entonces hay que trabajar con la leche evaporada casera, y así les enseñamos a los participantes que no se tienen que varar porque no consigan los productos”.

Aunque fuera de Venezuela los aprendices consiguen los insumos, contactan por redes sociales a sus maestros, y llegan las recetas y los consejos, “para que no se enreden”.

“Mira, una señora se fue para Chile y empezó en un restaurante, pero limpiando y lavando la cocina, y nos dijo que quería hacer postres”, cuenta Alejandro. “Vio el ‘mielmesabe’, y le dije cómo hacerlo. Lo hizo, se vendió el postre y ahora está en la cocina dándole a los postres. Eso, a mí me tiene muy bien”.

También hay satisfacción al ver que han salvado vidas, pues han compartido con las esposas de guardias que huyeron sin nada, mientras ellas aprendían un oficio, antes de ir por ellos a cualquier país de Latinoamérica.

“El esposo de una alumna era uno de los guardias del exgobernador (José) Vielma Mora y desertó; ella decía que se estaba preparando porque su esposo estaba lejos, y que se le metieron a la casa los del Sebin a buscar las prendas militares; yo pensé que eso solo pasaba en las películas”, dice Mayra. “Cuando ella lo contó, dije: ¡Cónchale! Es la realidad… ¡Qué tristeza!”

La mujer dijo que estaba divorciada del guardia, para que la dejaran tranquila. “Ver esa realidad aquí, es fuerte…”, señala la chef.

Por ahora, la pareja no planea irse del país, por sus raíces familiares, por la lucha, por la pasión de enseñar y porque han logrado mantenerse a flote, pero la ilusión es que el país mejore, mientras otras naciones reciben a los suyos.

“Gracias a Dios tenemos un país como el de ustedes, para poder obtener ayuda”, dice Alejandro, agradecido con Colombia por no cerrar unas puertas que él mismo quisiera ampliar.

“Ojalá pudiera enseñarle a todo el que llega aquí, para que se vayan bien y que hablen bien del venezolano”, dice. “Que llegue un venezolano a trabajar, a producir en otro país, no a hacer lo que no debe, y a ayudar a ese país que lo está recibiendo, ya que aquí estamos con pocas cosas para poder crecer”.

Temas del Día