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La inauguración del parque de la bola
Historia contemporánea.
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Sábado, 9 de Marzo de 2024

Parece que es el nombre más reconocido y popular por los habitantes de la ciudad de Cúcuta. Luego de su última remodelación finalizando el segundo decenio del siglo XXI, instalaron un cartel conmemorativo de la ocasión con algunos datos que inducen al error, pues al final del primer párrafo se lee que el parque en cuestión “se denominó ‘Plaza del Libertador’ para conmemorar el centenario de la heroína Mercedes Ábrego”.

Sin querer profundizar en el tema, vamos en narrar en esta crónica, la historia que rodea el tema del que a partir de 1937 empieza a tomar forma su nombre al sancionarse la Ley 75 por parte del presidente Alfonso López Pumarejo, por la cual se conmemora el primer centenario de la muerte del General Santander y en la cual se decretaba que “…el Gobierno deberá tener concluido para el 6 de mayo de 1940, un edificio para las oficinas nacionales en la ciudad de Cúcuta y que en dicho edificio se construyera un salón que llevará el nombre  de ‘Santander’, destinado a conferencias de divulgación cultural’.

Construido el edificio que se mencionaba en la Ley citada, al que se llamó Edificio Santander, en una parte del terreno sobrante, que había quedado luego de la construcción, se decidió erigir un monumento al prócer, cuya primera piedra fue colocada por el presidente Eduardo Santos, en 1940, el día de la inauguración del edificio.

Pero para ilustración de los lectores veamos cómo y cuando surgió este escenario. Durante la construcción de la primera etapa de la ciudad, esto es antes del terremoto, el punto geográfico que coincide con su ubicación fue el asiento de algunas viviendas, entre las cuales estaban las de los señores Santiago Lamus y Juan Andrés Ramírez, entre otras, toda vez que tenían acceso privilegiado a la ‘toma de la Pesa’; información que se desprende del plano realizado por el ingeniero José María Crespo en 1863 y entregado al Ayuntamiento el 1 de julio. Después del terremoto de 1875, la ciudad fue reconstruida conforme al plano hecho por el ingeniero Francisco de Paula Andrade Troconis, y el lugar de nuestro interés quedó despoblado; se dice que durante la Guerra de los Mil Días, sirvió de campamento de los ejércitos rebeldes para sitiar la villa.

Pasada la horrible guerra y avanzado el nuevo siglo, el lugar era un espacio deshabitado, propicio para que los jóvenes lo utilizaran para sus juegos  hasta que en 1913 el naciente municipio le hiciera unas adecuaciones para que se practicara el novedoso juego del fútbol y a partir de entonces fue el escenario de las Ferias y Fiestas Julianas que tradicionalmente se realizaban del 19 al 24 de julio con gran esplendor. Dicen las crónicas de la época que ‘la iniciación de los festejos era la fecha del 19 de julio con el clásico paseo de las bandas musicales, el estallido de voladores, morteros por las principales calles de la ciudad. Por las tardes, la alegría no se hacía esperar con la música, los globos y las corridas de toros. Qué derroche de alegría, por esos días venían gentes con arreos de bestias a feriarlas, otras cargadas de batán, queso y carne paipana, bocadillos y confetis. En las mesas de juego corrían las ‘morrocotas’, como se le llamaban a las monedas de oro de 20 dólares. El trago que se tomaba era el coñac Hennessy de $3 la botella y el más costoso era el V.O. que costaba $5. Por las noches se efectuaban los grandes bailes animados por las mejores orquestas de la ciudad y algunas otras venidas del Táchira o de poblaciones vecinas. También se proyectaban gratuitamente las llamadas ‘vistas’ o cine mudo a las que asistían gentes de los más apartados barrios de la ciudad. Desde ese año -1913- se efectuaron allí los partidos de futbol hasta 1939, cuando se jugaron los últimos partidos. Simultáneamente por esa misma época se construyó el estadio General Santander que fuera inaugurado también como parte de las obras del centenario de la muerte del prócer.

Habíamos dicho anteriormente que en parte del terreno sobrante de la construcción del hoy conocido como Palacio Nacional, el presidente Eduardo Santos había decido levantar un monumento en honor del ilustre general. En su visita a Cúcuta con motivo de la inauguración del edificio Santander, el cónsul de Italia en la ciudad le propuso al presidente, que la colonia italiana residente en la región quería ofrecer una donación a las instituciones locales de beneficencia con motivo del centenario, sin embargo consultado con el ministro de Italia en Bogotá sobre este ofrecimiento, sugirió que se aprovechara la ocasión para conmemorar las relaciones entre Italia y Colombia, y como las autoridades locales deseaban que el centenario sirviera además para embellecer la ciudad, se escogió como donación construir una pila o fontana, como se dice en italiano, según nos cuenta Alberto Donadio en su libro ‘Los Italianos de Cúcuta’, de forma esférica de mármol blanco de Carrara, igual a las que adornan las plazas en Italia.

Y así sucedió el 5 de junio de 1940, la fontana le fue entregada a la ciudad en presencia del presidente Santos en un acto multitudinario. El monumento es una esfera  circundada por una esfera de bronce que señala que fue donada por la colectividad italiana  y el motivo del obsequio. Sigue Alberto Donadio diciendo que ‘en los espacios libres entre las fuentes de agua se inscribieron los nombres de los grandes navegantes italianos que tocaron las costas colombianas y americanas a saber, Colón, Vespucci, Caboto y Verrazzano. El diseñador y constructor fue el arquitecto italiano Vicente Nasi, secretario del fascio* de Bogotá y constructor del Hipódromo de Techo y luego del Hotel Continental, entre otras muchas obras’.

La donación fue formalizada realmente por la firma Tito Abbo & Co.  Además, don Tito Abbo, personalmente y como cónsul de Italia donó una corona en bronce que representa el fascio* rodeado de ramos de roble y laurel, con una cinta también en bronce que indica el origen y la fecha de homenaje.El hecho en verdad, es que desde el mismo momento de su puesta en marcha, la fontana de mármol traída de Carrara pasó a llamarse la bola de don Tito y a esa condición quedó reducida y relegada la pila que todavía existe frente al Palacio Nacional de Cúcuta. Así pues, la bola de don Tito le dio su nombre al hoy conocido como el Parque de la bola. fascio*: manojo, haz, atado o familiarmente ‘gavilla’.

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