Muchos vieron a la entrada del antiguo estadio General Santander la estatua del futbolista Daniel Antolinez, pero pocos conocen su historia y menos el porqué del homenaje que se le rinde a su figura deportiva.
Nació un 4 de febrero de 1911 en una honorable casa del barrio El Callejón de la ciudad de Cúcuta, fueron sus padres Antonia Antolinez y José María Sayago. Desde temprana edad sus padres, se esmeraron en darle, dentro de sus posibilidades económicas, la educación y cultura necesarias, sin que hubiesen logrado ver que su hijo lograra coronar una carrera, dada su reconocida desaplicación en sus estudios. Desgraciadamente, Antolinez no había nacido para que brillara por su inteligencia y no obstante los solícitos cuidados que tuvieron sus progenitores por darle una ilustración acorde a las condiciones de la época, no dejó de ser un analfabeto.
Desde su adolescencia demostró cualidades para desempeñarse en los deportes, con especial preferencia por el fútbol, que idolatraba y que más tarde le daría la gloria.
Su carrera deportiva se inició como todos los jóvenes de principios del siglo pasado, en las anchurosas y polvorientas calles y en los pocos parques, organizando partidos con pelotas de trapo o de caucho y cuando no había más, con naranjas o limones, juegos que ponían en jaque a más de uno de los habitantes del lugar, que veían en él, a un muchacho incorregible en su porte.
Promediando el año 1922, se conforma un equipo de tercera categoría y a Daniel se le cumple la primera de sus aspiraciones, vestir una casaquilla en el onceno “Napoleón”. En esta escuadra hizo gala de sus capacidades y conocimientos triunfando en todos y cada uno de los puestos que le fueron asignados.
El 11 de febrero de 1924, en los claustros del colegio Gremios Unidos, se funda el centro deportivo del mismo nombre. En ese tiempo, no existían políticas de promoción deportiva en el departamento, correspondiéndole a Gremios Unidos, el honor de desarrollar una vasta campaña de divulgación deportiva, sin que en su camino se opusieran personas cargadas de prejuicios que se resistían a su progreso y sea este el momento propicio para reconocer y exaltar la meritoria labor que lo representa como el adalid de los deportes de la región.
Como presidente del Centro Deportivo Gremios Unidos, fue nombrado el distinguido pedagogo Alejandro Gutiérrez Calderón, quien desde el primer momento hizo del fomento del fútbol, su prioridad.
Fue tal el furor que despertó esta iniciativa que comenzaron a crearse conjuntos futbolísticos que por previa convocatoria del Centro constituyeron la “Asociación Deportiva Cucuteña”, siendo nombrado presidente Alejandro Gutiérrez, vicepresidente Francisco A. Vivas y secretario José Santos Ramírez. Equipos tales como “Ferrocarril”, “Minerva”, “Los Andes”, “Obrero”, “Tarqui”, “Nápoles”, “Sportin”, “Gremios Unidos”, “Latino” y “Libertad” programaron uno de los primeros campeonatos formales de futbol en la ciudad.
El campeón del torneo fue el equipo del Centro Gremios Unidos, siendo una de sus principales figuras el jugador Daniel Antolinez, quien había comenzado como defensa y terminó como portero titular y por cuya destacada actuación le mereció ser contratado por el equipo “Zuliano” de la vecina población de Maracaibo, quedando igualmente campeón en su categoría.
De regreso a la ciudad y luego de la culminación de unas olimpiadas futboleras proyectadas como preparación para los torneos de 1932 en Medellín, fue fichado por el Cúcuta Deportivo cuando se encontraba en el pináculo de su gloria deportiva.
Por los años treinta, no se celebraban campeonatos como los de hoy, sino que se realizaban “olimpiadas” anuales y se designaban como sedes las principales ciudades del país. En representación de las regiones asistían los equipos que hubieran quedado campeones en los torneos clasificatorios que para tal fin se programaban y jugadores de equipos que no participaban, podían ser prestados para jugar representando los colores de los equipos solicitantes.
Este fue el caso de un torneo organizado en la capital de la república, en 1934, donde se enfrentaban equipos de Cali, Antioquia y Bogotá solamente. Los bogotanos conocedores de la calidad de Antolinez, lo llamaron para que defendiera su portería, recibiendo el bautizo de la prensa capitalina que confirmaron sus excelsas cualidades deportivas.
En 1936, Norte es invitado a las “olimpiadas” de Manizales, donde abandonó su puesto de portero para presentarse como delantero, habida cuenta del conocimiento que tenía de las debilidades de los porteros y de su extraordinario pegada al balón.
De regreso a Cúcuta, funda el onceno “Latino”, jugando en distintas posiciones, pero algún tiempo más tarde renuncia y se pasa al “Concordia”, equipo que estaba aplicando una novedosa modalidad de juego.
Para las “olimpiadas” de Cali en el 39, la selección nortesantandereana se anota una serie de triunfos que para Antolinez representan una revancha para con sus rivales, pero esta vez actuando como alero izquierdo. Al regreso de estas “olimpiadas”, se reanudan en la ciudad los partidos dominicales y la ciudad y el país se preparan para conmemorar el centenario de la muerte del general Santander y para ello preparan un espectacular encuentro entre “Centenario” nuestro equipo y Cartagena como rival.
El equipo local tuvo que apelar a la ayuda de Antolinez como portero por la ausencia de su titular. En el intermedio, el público ovacionó largamente a su guardapalos por sus atajadas y él se dirigió al centro de la cancha a retribuir la ovación contestando con el saludo olímpico.
Terminado el partido, con el triunfo del Cartagena, Antolinez abandona la cancha e inicia una de sus acostumbradas juergas, que también sería la última, pues en un altercado callejero, un puñal acabó con su vida. Era el 30 de septiembre de 1940, tenía 29 años.
Con información de Gerardo Raynaud D.
Así luce la estatua de Daniel Antolínez en la actualidad. Foto: La Opinión
Homenaje
A principios de los años 60, una estatua en su honor fue ubicada en las inmediaciones del estadio General Santander para conmemorar a ese mítico personaje del inicio del fútbol rojinegro del que se dijo atajó un penal con los ojos vendados.
Durante muchas décadas, los cucuteños apreciaban en la entrada a la vieja tribuna de occidental, al lado de la ‘Toto’ Hernández, la estatua del guardameta, la cual desapareció en 2006 cuando empezaron los trabajos de remodelación del ‘Coloso de Lleras’.
Hace poco, se logró identificar que existían tres obras en honor al deportista: la obra original, que fue destrozada y no quedaba rastro de ella, una que estuvo ubicada en lo que hoy en día es la Plaza de Banderas, de menor tamaña sirviendo como réplica, y otra que un escultor guarda en su casa, en el barrio Carora.
Aquella que también estuvo en los alrededores del estadio y fue inaugurada a principios de los 60, fue encontrada por Andrés Ramírez en el barrio San Rafael. Rafael Cañas, un habitante del sector, la tenía recostada sobre una columna en la esquina de su casa.
Ramírez lidera el proyecto para crear la Fundación Cultural y Deportiva Casa Museo del Deportista Nortesantandereano, y en su objetivo de aumentar su colección, compró la obra y con la ayuda de 27 amigos, logró recolectar un millón de pesos para entregársela al maestro en artes plásticas y licenciado en educación artística, Jairo Contreras..
Cordones en los guayos, rodilleras, balón, gorro y diferentes texturas, se pueden apreciar ahora con el renacer de Antolinez, un mito de la primera mitad del siglo XX en la ciudad.