"Es una catástrofe médica", resume el jefe del departamento de situaciones de emergencia del país, Raed Arafat.
El Instituto de Pneumofisiología Marius Nasta de la capital está lleno "al 110%". Los médicos trasiegan entre camas alineadas en los pasillos, donde una paciente poco afortunada recibe una perfusión sentada en una silla.
Lea aquí: OMS lanza estrategia contra la meningitis
Allí ingresó Gavanescu, un taxista de 43 años que no creía en la existencia del virus, hasta que se infectó. "He estado intubado, pero finalmente me han devuelto a la vida", afirma.
No todos cuentan con esa suerte.
"Si el flujo actual se mantiene, en un día o dos el sistema médico se derrumbará porque ya no tenemos más sitio para acoger enfermos", se lamenta el director del hospital Catalin Apostolescu.
"Es el infierno en las unidades de cuidados intensivos en todo el país y la situación no hace más que empeorar", confirma Dorel Sandesc, jefe clínico en el hospital de Timisoara (oeste) y presidente de la Sociedad Rumana de Anestesia.
Lea además: Buscan unir miles de personas para combatir el hambre
"Me temo que ya estamos en el escenario italiano", dice el jefe de la campaña de vacunación, Valeriu Gheorghita, en referencia a la situación dramática que vivió la región de Lombardia (norte) en marzo de 2020, cuando los médicos tuvieron que escoger a quién curar y a quién dejar morir.