Porque, explica Katherine Jones, consultora sobre cuestiones de cambio climático que vive en Egipto, "cuando la temperatura del agua aumenta, retiene más dióxido de carbono que genera más ácido carbónico, por lo que el agua no solo está más caliente sino también más ácida".
En el mar Rojo, donde esto ocurre "desde hace muchos años", los corales que pertenecen a los "invertebrados submarinos, vulnerables a la acidez", ya sufren, indica Jones, advirtiendo que su desaparición "modificará la biodiversidad y tendrá un impacto sobre los humanos y los recursos".
La salud humana también está en peligro porque, según la ONU, la pérdida de colores de los corales unida al calor podría provocar más epidemias.
Frente a este tipo de desafíos y a la espera de decisiones mundiales fuertes, los instructores de Sharm el Sheij redujeron sus actividades para frenar este fenómeno que amenaza también su subsistencia.
Además de esas precauciones, la Oficina de Turismo egipcia instaló boyas que los barcos amarren lejos de las zonas de arrecifes frágiles. Y los 269 centros de buceo que están afiliados iniciaron un trabajo que sensibilización ante unos 2.900 monitores.
Los instructores de buceo detuvieron incluso las sesiones de bautismo, aunque mantienen las salidas submarinas para los buceadores confirmados, a menudo mejor informados de los peligros que corre la biodiversidad, según Islam Mohsen.
"Con tantos principiantes que bucean a diario, los arrecifes no pueden regenerarse. Por ello tomamos esta decisión temporaria para permitirles respirar un poco", explica.