Nacida en Cúcuta, pero con un corazón que se volvió catatumbero, Ximena Tejada Fernández es hoy el espejo para esta región de Norte de Santander de que los sueños, aunque parezcan imposibles, siempre se pueden cumplir.
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Hoy es patrullera de la Policía Nacional y con orgullo porta el uniforme con el que ha logrado sanar las heridas de su infancia, esas que hoy ha transformado en perdón, amor y resiliencia.
Cuando apenas tenía 15 años, Ximena tuvo que enfrentarse a la ruptura de su hogar que lo cambió todo. Siendo la menor de 4 hermanos debió salir sola de Cúcuta y emprender un nuevo camino que la llevaría al Catatumbo.
Durante varios años recorrió El Tarra, Convención y Ocaña y con sus ganas de salir adelante y ayudar a su mamá, que había quedado en Cúcuta, ella aprendió diversos oficios del campo, “guerreando” la vida como ella misma recuerda.
“Yo en ese momento estaba sola con una familia vecina que me acogió desde Cúcuta, porque yo viajé allá por las mismas necesidades del hogar, ya que mi papá no formaba parte de la familia y tenía que cubrir mis gastos y debíamos sostener a mi mamá. Aunque fue un proceso difícil, ahora lo veo como una gran enseñanza, porque gracias a lo malo y bueno que viví en esa región, la Ximena de esos 15 años es otra”, dice.
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Aunque tenía claro que vivía en medio de una zona de conflicto y casi que a diario tenía que enfrentarse con la muerte y la guerra, siempre tuvo claro que su misión en esta vida era servir a los demás.
Pudo haber elegido otra profesión como ser médico, pero no, ella quería al igual que su hermano mayor, ayudar a otros a través de la Policía Nacional.
No se logró en la primera
En el 2014, cuando Ximena tenía 19 años, decidió que era tiempo de iniciar el proceso y presentarse a la Policía. Fue un momento de ilusión y de tristeza a la vez, pues le fue negado el ingreso porque no contaba con un requisito: la prueba Icfes.
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Pero no porque no hubiese querido presentarla, sino porque en ese entonces, Ximena estaba validando su bachillerato los fines de semana en Ocaña y el día que estaban recolectando el dinero para la inscripción de la prueba, ella no contaba con los $50 mil que pedían.
“Yo aprendí a manejar moto, pero vivía en una vereda de Convención y para movilizarme a estudiar todo era complejo, porque la realidad de las vías del Catatumbo es terrible, yo iba a estudiar sin plata, pero con ganas”, recuerda.
Sin embargo, nada la detenía. Tiempo después consiguió el dinero y pudo realizar las pruebas, pero motivada por su familia y conocidos decidió estudiar algo más para que, antes de presentarse nuevamente, tuviera un historial académico un poco más nutrido.
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Y así, en medio de la guerra y la vida, Ximena logró convertirse en Normalista Superior (docente) y la vida comenzaría a sonreírle nuevamente.
“Trabajé con porcinos, con productos lácteos, vendía queso, hacía yogures, trabajaba haciendo comida para muchas personas, de todo, pero quería superarme y yo decía: ‘la vida de la mujer del Catatumbo es bastante difícil’. Pero, yo no me conformaba con mi realidad, yo no quería tener ese futuro y lo logré, luego empecé a laborar como docente”, comenta.
A la vez que trabaja en una zona rural de El Tarra orientando a niños de primero a quinto de primaria, Ximena administraba una finca que pertenecía a una fundación.
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Hacía una doble labor social, aprovechando que en la finca producían bastante leche, Ximena hacía yogures o quesos y llevaba a la escuela donde trabajaba para los niños de escasos recursos y, asimismo, como era tan conocida en las tiendas, recogía más alimentos para llevarles a sus pupilos.
Durante 3 años estuvo laborando como profesora. Su última vez fue en un colegio privado de Ocaña, hasta que llegó el 2020: la pandemia lo cambiaría todo.
Un nuevo intento
“Yo quería salir del Catatumbo y seguir estudiando, porque había empezado virtual con los niños que eran de primero y segundo grado. Pero un día que mi hermana estuvo de visita le mencioné que quería hacer de nuevo el proceso para incorporarme a la Policía y ella me dijo que me apoyaba”, detalló Ximena.
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Entonces, nuevamente, con la convicción de que esta sería la vencida, Ximena reunió lo que había ahorrado en los últimos años para comprarse una moto y volvió a apostarle a la Policía.
De Ocaña empezó a viajar a Cúcuta para iniciar los trámites. Pasó las pruebas físicas, psicológicas, psicotécnicas y médicas, logrando su ingreso, pero faltaba lo más importante: los recursos para pagar todo el proceso de formación.
“Yo creo que en esta vida, uno lo que necesita más que plata que claro es importante, es ser muy noble, muy humilde, muy sociable, muy colaborador”, menciona Ximena.
Gracias a su don de servicio, esta cucuteña se enteró a través de una compañera, que también estaba haciendo el proceso de incorporación, que existía un programa llamado ‘Becas Vamos Sumando’ con el que podría obtener todo el apoyo para iniciar su carrera.
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Ximena no lo dudó, se contactó de inmediato con el director Eison Palacios Andrade, quien inicialmente le habló sobre los requisitos que debía cumplir para aspirar a la beca.
“La verdad eran requisitos sencillos, pero no iba aplicando. Uno de ellos era pertenecer a comunidades afrocolombianas que obviamente, pues yo no pertenecía, el segundo era pertenecer a comunidades indígenas, el tercero era formar parte de comunidades rurales y el cuarto, básicamente era con el que aplicaba porque no contaba con los recursos económicos para el proceso de formación”, explicó Ximena.
Dicen que el que persevera alcanza y Ximena es muestra de ello. Se contactó con el director del programa para comentarle que, aunque era de Cúcuta, desde los 15 años vivía en el Catatumbo y formaba parte de comunidades rurales a través de las Juntas de Acción Comunal y su proceso como docente, por lo que aplicó a la beca.
“Yo insistía e insistía y un día me llegó el mensaje al correo y el señor Eison me escribió también para decirme que había quedado seleccionada. Yo, que nunca me había ganado una rifa tenía una beca, había quedado entre miles de jóvenes del país. Ese día sentí la felicidad más grande y no me sentía merecedora de aquello, pero de verdad era un milagro, le mostré a mi mamá y ella solo lloraba”, apuntó Ximena.
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Un nuevo capítulo
Ximena se ganó un cupo para estudiar en la Escuela de Carabineros Provincia de Vélez con todo pago. Las clases iniciaron de forma virtual en diciembre de 2020, pero en enero de 2021 salió definitivamente de la capital nortesantandereana para iniciar su proceso de formación en otro departamento.
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“La beca me cubrió todo. Me dieron cómputo, la matrícula, me daban una bonificación mensual por ser becaria y aparte la Policía le paga a uno por ser estudiante. Me dieron el equipo de operaciones rurales, el uniforme, y más allá de cumplir con todo lo económico, el programa nos ayudaba en la parte emocional, recordándonos que somos importantes y merecedores de lo recibido”, cuenta.
Ximena recuerda que mientras sus compañeras sufrían por estar alejadas de sus familias y en muchas ocasiones, por estar totalmente incomunicadas, su proceso fue más llevadero, ya que aprendió a lidiar con la soledad desde que el Catatumbo la acogió.
Todo un año de retos y aprendizajes, hasta que llegó el día más anhelado: Su graduación como patrullera en diciembre de 2021, acompañada de su mayor inspiración, su mamá.
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“Cuando me nombran ese momento tengo una sonrisa de oreja a oreja, porque fue muy lindo, porque cuando uno tiene sacrificios en la vida y le ha tocado pasar las verdes y las maduras, uno valora mucho más las cosas. Con lo que me pagaban pude traer a mi mamá y a un sobrino y fue el momento más feliz, que me vieran con mi uniforme”, cuenta Ximena en medio de risas.
Su carrera profesional
Una vez graduada, Ximena fue enviada a Cali a apoyar unidades que estaban inmersas en lo que ella califica las “peores ollas”, pues eran territorios de alta complejidad.
No obstante, fue una experiencia corta, pues luego fue trasladada a un municipio del Atlántico llamado Sabanalarga y asignada al grupo de prevención.
Pero tiempo después, gracias a su mejor amiga que también forma parte de la Policía y que se convirtió como en su hermana, Ximena entró a formar parte la Dirección de Protección y Servicios Especiales de la institución y está asignada a un esquema presidencial. Actualmente reside en Barranquilla.
Frente al interrogante de cuánto miedo puede sentir al haber elegido esta profesión, Ximena asegura que a sus 28 años, aún no sabe con exactitud a qué le teme.
Y es que, aunque en un principio su mamá le pidió que eligiera otro oficio, ella lo tenía claro.
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"Yo digo que uno en la vida tiene pues que afrontar muchas cosas. Sí sé que uno arriesga demasiado la vida y más en el trabajo donde yo estoy, con mi rol como mujer de protección debo de cuidar la vida de la persona a la cual yo protejo y la verdad que siempre trato como de todos los días buscar algo positivo y no recargarme de que el miedo o de que algo me pueda pasar porque entonces no sería feliz".
Actualmente, Ximena cursa quinto semestre de Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Areandina y espera pronto terminar su carrera de Psicología, que inició mientras vivía en Ocaña.
Más oportunidades para el Catatumbo
Ximena lleva en el corazón al Catatumbo, pues reconoce que aunque es una región llena de gente maravillosa, lamentablemente también es una zona olvidada por el Estado.
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"El Catatumbo ha sido muy golpeado por la violencia y el hecho de que yo sea policía no quiere decir que no hable de la realidad de mi país. Es una zona olvidada que necesita atención, porque cuando yo era docente hay algo que me marcó mucho", mencionó Ximena.
Recuerda como un día, en una de las escuelas que laboraba, dos niños se estaban golpeando y uno de ellos justificó su acción violenta con que quería formar parte de "la guerrila", una vivencia que le tocó el alma, pues tiene claro que los niños son el futuro del país, por lo que considera que faltan más oportunidades para que los más pequeños puedan salir adelante y no se pierdan en la guerra.
"A los niños y niñas les digo que nunca desistan de sus sueños, que no pierdan su humildad ni olviden de dónde vienen, porque uno no se puede conformar y si se lo propone, pueden llegar a ser lo que siempre han querido", comentó.
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Y hoy, en el Día de la Independencia de Colombia, Ximena reconoce sentirse muy orgullosa de ser colombiana y servirle a la patria a través de su uniforme.
Su historia en un libro
Recientemente se lanzó el libro “Nuestras historias se reescriben bajo el uniforme” (https://ow.ly/6YP050P6VbE) , una recopilación de crónicas de los testimonios de 12 jóvenes que transformaron sus vidas al ingresar a la Policía Nacional y a la Armada de Colombia gracias al programa de 'Becas Vamos Sumando', entre esos, Ximena.
El libro fue elaborado en el marco de la implementación del programa de 'Becas Vamos Sumando' de la Sección de Asuntos Antinarcóticos y Aplicación de la Ley (INL, por sus siglas en inglés) de la Embajada de los Estados Unidos en Colombia.
La cucuteña con corazón catatumbero decidió abrir su alma para demostrar que las heridas del pasado sí pueden sanar y que el perdón es la mejor medicina para vivir en paz y seguir adelante.
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