No es una mañana común en Guatapé. Basta un recorrido de unos 700 metros por el malecón hasta el clásico puente que conduce a San Rafael para comprobar que el paisaje perdió su espejo de agua. A las 7:00 a.m. de ese jueves 18 de abril llegan los primeros playeros o areneros. Palean la tierra y se mueven con sus carretillas a dos manos por el lodazal del embalse seco hasta unas volquetas parqueadas en suelo firme. Reemplazaron a las embarcaciones y a los turistas que se divertían en motos acuáticas y lanchas rápidas en esa zona.
Algo que preocupa. La economía del pueblo protagonista de este texto depende en un 92% del turismo. Cuenta con 9.020 habitantes y cerca de 980 se dedican al comercio, es decir, un 11%.
Es innegable que la sequía trastocó parte de la razón de ser del pintoresco pueblo. La ola de calor desvistió parte de su paisaje y solo le dejó algunos rastros de agua que son opacados por piedras, lodos y grietas. Aunque resulta sencillo caminar por el área ante la sequía, hay puntos riesgosos que podrían engañar a los incautos y atraparlos en el denso sedimento del embalse.
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A la distancia solo se aprecian playeros. En la soledad sobresale el sonido de sus palas extrayendo la arena. Hernando Quintero, de 55 años, lleva toda una vida en ese oficio. Cuenta que es un trabajo de gran exigencia física, pero mucho más fácil cuando el embalse esta seco.
Estos trabajadores generalmente viajan una o dos horas en lancha hasta un sector conocido como La Magdalena para sacar tierra, por esa razón, se multiplican a medida que los rayos del sol descubren parte del suelo de la represa. “En este momento somos más de 30, pero cuando todo está lleno de agua solo quedamos unos cuatro o cinco”, dice el arenero, que trabaja bajo la sombra del popular puente.
Los playeros laboran en conjuntos de tres o de cuatro para completar la carga de una volqueta de 7 metros cúbicos. Al final de la tarde reparten unos $270.000 de ganancia entre los miembros del grupo. Algunos son rebuscadores que tienen que poner el pan sobre la mesa para su familia, otros se vieron en la obligación de tomar la pala en sus manos porque la sequía los alejó de la pesca.
Ese es el caso de Juan Camilo Villegas, de 34 años. Tiene más dificultad para avanzar con la carretilla que sus colegas. Está más alejado de la punta de la represa y allí el terreno parece más inestable. También es cierto que su vocación real es pescar.
A sus 10 años comenzó a sacar los primeros peces del embalse y luego nadie lo pudo detener, o bueno sí, el fenómeno de El Niño que secó el embalse. Si pudiera vivir de esa actividad toda su vida, lo haría. “Uno se divierte mucho pescando y se tranquiliza. Ahora pesco muy de vez en cuando, no todos los días porque me toca bajar mucho para encontrar pescado”, cuenta.
Sabe que sus manos no están acostumbradas al forzoso trabajo de playero, duelen. Una vez suba el nivel del agua volverá con la atarraya y la lancha a surcar el embalse para sacar truchas, carpas, mojarras, tilapias y demás peces que luego se cocinan en los diversos restaurantes para los turistas.
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Sin duda, el negocio de los areneros se fortalece con el actual panorama, pero ni a ellos les gusta el paisaje en el que trabajan. Hay que recorrer casi dos kilómetros por carretera, desde la villa náutica hasta el Hotel Mumu, para apreciar la represa de agua en su esplendor. Las embarcaciones ya no parecen estar a simple vista. Los turistas deben bajar del malecón al suelo seco y caminar casi unos 10 minutos hacia el noroccidente para encontrar los muelles donde alquilan lanchas, motos de agua y planchones.
En el nuevo lugar, Inversiones Los Lagos es la que más llama la atención porque tiene la nave más grande. Un paseo turístico de una hora cuesta $20.000 en lancha rápida, planchón o barco. Si se desea alquilar de forma privada, los precios varían entre los $150.000 y los $750.000.
Sirley Salazar, trabaja allí y cuenta que la cantidad de turistas ha mermado considerablemente. En sus cálculos un fin de semana recibían máximo 300 personas y ahora esa cifra es de apenas 70 clientes.
Al avanzar por el improvisado estadero de barcos reposa un planchón para 20 personas, es de Rodolfo Reyes, un venezolano que arribó hace dos años a Guatapé y encontró cómo ganarse la vida. Ahora vende paseos turísticos de una hora en dicha embarcación y cobra $20.000 por persona. El recorrido promete conocer la Isla de la Fantasía, las casas de los famosos como Amparo Grisales y James Rodríguez, y también disfrutar de los paisajes y una vista de la Piedra del Peñol.
El entusiasmo con que habla Rodolfo parece que ignorara la compleja coyuntura. Realmente es que los lancheros y las compañías de barcos pueden llegar a emplear a unos 300 ciudadanos en Guatapé. Algunos manifestaron que varias personas suspendieron sus actividades, otros redujeron el personal y algunos empleados contaron que les bajaron el sueldo semanal de $400.000 a $300.000.
Realmente Rodolfo no desconoce el problema, pero sabe que la situación mejorará. “Esto podría ser peor, el nivel del agua nos permite seguir haciendo el mismo recorrido de siempre porque el agua solo ha bajado en las esquinas del embalse y por eso tuvimos que corrernos”, comenta.
La verdadera dificultad para los lancheros está en que ahora son menos visibles y se encuentran más alejados de los viajeros que desean divertirse. Rodolfo asegura que antes de la sequía hacía entre dos o tres viajes solo un fin de semana, ahora completa cerca de ocho días con su nave quieta porque no logra rentarla ni vender paseos ante el bajo nivel de visitantes.
De hecho, la empresa Marina Bahía Guatapé tiene los hangares llenos. El lugar está cerca a la villa náutica, se denomina como un club que guarda y presta mantenimiento a las naves, una especie de parqueadero pero para botes y motos acuáticas.
Ómar Quintero recibe a los visitantes. Es un empleado del negocio. Asegura que hay entre 200 barcos guardados y que cancelan entre $400.000 y $500.000 mensuales dependiendo del tamaño.
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A simple vista parece que la Marina Bahía no está afectada por la sequía, sino al contrario. Sin embargo, Ómar sostiene que los costos de transporte sí han aumentado, ya que deben trasladar los barcos con un carro eléctrico de carga mucho más lejos. “Además, se han retirado unos cinco o seis clientes porque claramente no les conviene tener un bote guardado que no está produciendo”, sostiene.
El comercio
Sobre el andén de la principal calle de Guatapé: la 32, frente al malecón, reposan cerca de 50 módulos: pequeñas casetas destinadas al comercio. Gladis Salazar, de 30 años, vende en el número 26.
Su negocio tiene toda clase de artesanías, de esas que logran cautivar a los turistas por sus llamativos colores, por ser el regalo perfecto luego de un viaje, e inmortalizar dicho recuerdo en un llavero, una ruana, un sombrero, una postal, una artesanía, o incluso en una réplica de la Piedra del Peñol. Mercancía que oscila entre los $4.000 y $130.000.
No todos los vendedores creen que el bajo nivel de turistas obedece totalmente a la sequía. Gladis, por ejemplo, percibe que este año el pueblo está recibiendo menos personas y que está vendiendo un 30% menos, pero dice que no es la primera vez que el embalse está tan bajo. “En pandemia estaba igual y la verdad es que en Guatapé nunca se sabe, a veces hay muchas personas y otras vienen muy pocas”.
Sobre esa misma calle transitan con frecuencia las icónicas motochivas. Normalmente van y vienen con turistas y parecen no dar abasto. En la tarde de ese jueves hay unas parqueadas sobre la calle principal. De hecho, se trata de un gremio de 110 vehículos, pero en el momento solo hay 106 funcionando.
Miguel Ángel Urrea es uno de los conductores: “¡Mi rey! Un viaje en el pueblo vale $4.000, a la piedra le sale en $22.000, o a la autopista en $12.000. Aquí le tengo el letrerito con las tarifas”, ofrece el trabajador.
Él reconoce que el trabajo está muy suave y que actualmente el número de viajes está reducido a la mitad. Argumenta que se ha sostenido principalmente con la demanda que realizan los habitantes del pueblo a zonas rurales.
No obstante, también, es uno de los que cree que no es algo que haya desatado solo la sequía. En su concepto, menos visitantes están llegando al pueblo por la difícil coyuntura económica. “Uno no puede ser desagradecido porque tenemos techo y comida, pero sí es verdad que hay deudas que no hemos podido atender ante la situación. Esto está así desde que llegó este nuevo presidente de Colombia”, se queja.
Algo cierto es que Guatapé no vive solo de los barcos y del embalse. Al darle la espalda al desolado malecón y adentrarse al pueblo se aprecia mejor el título de pintoresco, el rumor de que sus paredes hablan porque los zócalos retratan la tradición oral del pueblo es cierto: un culto que data del siglo XX.
Una muestra de ello es el monumento de la oveja gigante, ubicado sobre la calle principal con la carrera 31, y que conmemora más de 100 años de los zócalos. Un punto distintivo, de hecho, a un costado bautizaron un restaurante como Cordero Blanco. En el establecimiento venden platos típicos como sancocho de gallina, trucha guatapense, bandeja paisa y demás.
Desde las mesas del restaurante se aprecia la sequía de la represa. No es coincidencia las dos preguntas que más formulan los turistas al administrador César Oropesa: ¿por qué la represa está tan seca? y ¿cuándo volverá a subir?, lo cierto es que nadie sabe exactamente cuánto tiempo tomará. Mientras tanto, los comensales de dicho establecimiento están reducidos a la mitad.
El impacto
Es claro que la bolsa de ganancias del mercado local está registrando un bajonazo. Razón por la que ese día se reúnen funcionarios de la Alcaldía, empresarios y directivas de la Cámara de Comercio del Oriente (CCOA). Sobre las 2:00 p.m. están culminando la cita donde hablaron del panorama y plantearon estrategias para fortalecer la actividad económica. La cita fue en la sede de la CCOA, ubicada en la carrera 31 del municipio.
Camila Escobar, presidenta ejecutiva de la Cámara de Comercio, reconoce la complejidad del momento. “La situación es desalentadora y cuando hablas con los turistas es decepcionante para ellos ver el paisaje en esas condiciones”.
De acuerdo con la Cámara de Comercio, en Guatapé se renovaron este año cerca de 710 matrículas mercantiles. Las empresas son principalmente hoteles, negocios en los embalses y del sector de servicios.
El municipio cuenta con el 33% de las unidades productivas de la zona del embalses del Oriente Antioqueño y el 4,01% de las compañías totales de dicha región. Lo que, sin duda, deja ver el peso que tienen los negocios de la represa sobre la economía guatapense. Un dato llamativo y que ilustra bien la dificultad es que la tasa de nacimientos de nuevos negocios en el segmento de embalses decreció 1,31% este año, mientras que las unidades productivas en el altiplano, en bosques y en páramos crecieron entre el 1,31% y 13,72%.
Más allá de los testimonios del comercio, surge la duda de qué tan afectada está realmente la llegada de turistas. La Secretaría de Turismo y Desarrollo Económico de Guatapé tiene un cálculo institucional. En sus cuentas, el municipio recibió unos 60.000 visitantes en marzo del año pasado, mientras que el mismo mes de este año esa cifra solo bordeó los 40.000. Una caída de 33%.
Ese bajo flujo igualmente afecta a los hoteles. Una realidad que se siente unos 12 kilómetros antes de llegar a Guatapé. En el Hotel Nova, sobre la vía que conecta con el Peñol. El establecimiento está ubicado al costado de una orilla del embalse, lo que lo hace atractivo para los turistas. Su actualidad no es diferente, pues esa parte de la represa está seca casi por completo.
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Vanessa López es la administradora del hotel y asegura que la ocupación actual es del 20%, mientras que en enero fue del 90% y en los meses siguientes del 60%. Otro golpe obedece a que el hotel tuvo que detener el servicio de kayak, que prestaba como un plus a sus huéspedes. Para mantenerse, el hotel trata de conquistar clientes con tarifas más asequibles. Se trata de habitaciones con un costo de hasta $184.000.
En suelo guatapense el panorama es similar. Sobre la vía Guatapé- San Rafael está el Country House a unos 230 metros de la villa náutica. Libia Zapata, administra el negocio que cuenta con 24 habitaciones y un glamping. Destaca por sus llamativos colores, un estilo campestre y, a su vez, colonial. Libia dice que tiene el 30% de las habitaciones ocupadas, mientras que en el mismo mes del 2023 contó con una ocupación del 80%. Su expectativa obedece que para la temporada de mitad de año, el embalse recupere un poco su nivel y lleguen más personas a visitarlos. “Es que los clientes se quejan porque Guatapé tenía un espejo muy lindo y no les gusta verlo así”, manifiesta.
De brazos abiertos
El golpe es notable. Los pobladores reconocen la situación, pero hay un aire de tranquilidad, o más que eso es un sentimiento de resiliencia y esperanza. Tal vez las cosas no están tan bien, sin embargo, están buscando la forma de seguir adelante mientras mejora. Dicen que Guatapé tiene un toque mágico lo suficientemente genuino para seguir atrayendo visitantes, aún con embalse seco.
Estefanía Jiménez, secretaria de Turismo y Desarrollo Económico de Guatapé, defiende que la sequía es solo una coyuntura que por sí sola no ha reducido el turismo. La funcionaria deja ver su malestar por el cubrimiento mediático del embalse.
“Esto se debe a la mala información que se han propagado diferentes medios de comunicación donde están generando una alerta por el estado del embalse y mostrando solo la parte seca y desierta, podemos verificar que todavía continuamos con la navegación porque la extensión es muy amplia. Los turistas nos han cancelado reservas por esa situación”, señala la secretaria.
Asimismo, resalta que en el lugar se pueden hacer otras actividades más allá de admirar el paisaje y pasear en barcos. Hay paseos turísticos agrícolas, están los parapentes, rutas para montar bicicleta, cuatrimotos, paseos en helicóptero y demás.
El hecho es que los colores del pueblo resaltan más cuando se reflejan en el embalse. La buena noticia es que la arrasadora temporada del fenómeno de El Niño en Colombia está finalizando. Los noticieros, periódicos y medios digitales registran el nivel de agua en los embalses, que se estaba desvaneciendo cada vez más. En la mañana del 19 de abril, XM, operador del sistema energético, reportó que el nivel de agua en los embalses marcaba 28,56% en el país y 32,79% en el Peñol, tan solo a unos cuántos puntos del 27% que se considera crítico.
Es comprensible el esfuerzo de Ghisliane Echeverry, directora del Ideam, de conceder diferentes entrevistas para calmar la preocupación y anunciar las lluvias este mes.
Es un hecho que el turismo y el comercio no atraviesan por el mejor momento. La recuperación del embalse tomará un tiempo. Lo que significa un desafío y, a su vez, una oportunidad para fortalecer otros atractivos del pueblo, cuyos zócalos abrazaron la lluvia en la noche de ese jueves.
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