Se acercan las "elecciones" presidenciales en Venezuela, que la mayoría vemos como una grotesca payasada fraudulenta del regimen chavista. Los Boli-oligarcas llevan ya mucho tiempo "sacrificándose" por el país, a cambio de "muchos reales", para que parezca posible sacarlos del poder.
El socialismo habla en nombre del pueblo, pero depende de la fuerza armada nacional, traidora a su patria, y de los cubanos en ellas para mantener el regimen con violencia contra la ciudadanía. Los ejércitos civilistas parecen ser una ficción y lo estamos viendo ahora en Colombia.
La presión sostenida sobre un regimen, finalmente lo lleva a su súbita destrucción no a una caída controlada. El ejemplo más famoso fue la caída del Muro de Berlín en una noche, después de veintiocho años de existencia de ese muro estalinista, cuando muchos lo creían eterno. Pero como la felicidad no es eterna, tres décadas después de la caída del Muro de Berlín, el progresismo socialista inundó a Occidente y lo debilitó.
Ver a Obama apoyando el proceso de la Habana entre Santos y las Farc y sentando de tu a tu al Secretario de Estado de Estados Unidos con el secretariado de las farc, hizo pensar que la sociedad humana no puede escaparse de los muros socialistas.
Volviendo a la farsa electoral, hay en el ambiente una percepción que estas elecciones pueden ser el punto de inflexión para la satrapía. La presión que ejercerá Estados Unidos con un Biden necesitado de cualquier voto que pueda lograr, incluido el de la diáspora venezolana, las contradicciones internas en el chavismo que los hacen cada vez más afectos al cainismo o la aplicación del dilema del prisionero que establece que si dos cometieron un delito, el primero que acuse al otro gana “beneficios”.
El primer bolioligarca que entregue a otro de los responsables del narcoestado saldrá ganando. En esa baraja están Maduro, Diosdado y Padrino López entre otros. China en problemas económicos, no solo no ayudará al chavismo, sino que si le garantizan el pago de la gigantesca deuda, apoyará sacar a esa cleptocracia. Solo falta que los venezolanos, a pesar del fraude cantado, salgan masivamente a expresar su voto y el descontento contra la satrapía.
El proceso podría ser relativamente suave con un Maduro exiliado y un presidente de Unidad nacional que no persiga el chavismo. Eso no duraría porque ya sabemos que ese “tal centro” no existe. Podría ser un golpe duro ante la reacción desesperada del chavismo de quedarse en el poder, que nos llevaría a una nueva incógnita.
O podría ser un grito desesperado de la ciudadanía que exija el cambio de rumbo y el juzgamiento de la satrapía, para lo cual una parte importante de las fuerzas militares deberían apoyar la decisión mayoritaria. Analistas dicen que de eso hay en las fuerza armada nacional, en parte al ver que el barco se hunde y que las ratas se van a querer ir.
Las probabilidades del fin del narco régimen son muy bajas y parece que será la repetición del fraude anterior. Pero de darse el escenario de cambio de regimen en Venezuela, sus ondas de choque serán sentidas fuertemente en Colombia. Y si sale Chávez y gana Trump, Gustavo Petro pasará al centro de la presión estadounidense sobre el narcoestado continental sobreviviente.
Y uno podría pensar que de pasar ese escenario Gustavo Petro rectificaría el rumbo político interno del país, pero lo más probable es que se dedique a hablar junto con las guerrillas y carteles colombianos en Venezuela, de un golpe de estado contra Maduro y radicalizando su posición del poder popular. Y ahí es cuando veremos cuantos Nicolás Padrino López hay en las fuerzas militares colombianas, hoy con un ministro que justifica se maten colombianos inmovilizando las fuerzas militares.
Estaremos pendientes de la elección para saber si el 28 de julio será una fecha memorable o una más para guardar en la historia de la infamia.
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