En días pasados el presidente Gustavo Petro anunció que existe una alianza militar entre Colombia y Venezuela para luchar contra el Eln en la frontera de ambos países. Este anuncio se dio en el marco de la visita del mandatario colombiano a los Estados Unidos. Teniendo en cuenta que ayer se inició el tercer ciclo de conversaciones de paz en Cuba, daré dos razones por las cuales es necesario que allí se acuerde un cese al fuego.
En primer lugar, no puede olvidarse que Venezuela es uno de los países garantes del proceso de paz que Colombia adelanta con el Eln. Este rol también lo tuvo en las negociaciones de paz con las Farc. Allí su labor consistía en ayudar a superar las dificultades surgidas en las conversaciones, gestionar formas para superar las tensiones y, entre otras cosas, acompañar las extracciones de la selva de los integrantes de ese grupo armado, a fin de que llegaran a la mesa de negociación. Así lo menciona Andrés Bermúdez Liévano en su libro Los debates de La Habana: una mirada desde adentro.
Más allá de que hasta el momento las partes hayan decidido continuar con la guerra en medio de las conversaciones, resulta complejo -por decirlo de alguna forma- que uno de los países garantes del proceso sostenga una alianza militar para combatir a una de las partes. Esto puede diezmar la confianza que estas depositan en esos países garantes a fin de sacar adelante la negociación.
La segunda razón es hipotética y consiste en imaginar un eventual caso en el que el Eln, fortalecido a lo largo de los últimos años a ambos lados de la frontera, decida atacar a las fuerzas militares venezolanas o responder a un ataque de estas. Esto podría no resultar tan lejano, tomando en cuenta que este grupo controla trochas y pasos fronterizos que allí conducen. Ese eventual escenario (insisto: es hipotético, pero probable) le sumaría una dificultad más a un proceso que ya ha tenido múltiples problemas de método y estrategia, como he mencionado en varias columnas previas.
El Gobierno colombiano no tiene fácil la tarea de sacar adelante el proceso de paz con el Eln, pues los problemas de método (como la precipitada noticia de fin de año en que se anunció un cese bilateral que nunca llegó) y los problemas de estrategia (como la ausencia de ofensiva en las regiones donde este grupo ejerce control territorial) han permitido que este grupo imponga el ritmo y los términos de las conversaciones. El problema central de todo esto es que mientras se da largas al cese al fuego, pueden seguir ocurriendo eventos violentos que disminuyan -aún más- la credibilidad que la población deposita en este nuevo y necesario proceso de paz.
Por motivos laborales y nuevos retos profesionales suspenderé por un tiempo esta columna. Agradezco al diario La Opinión por la invitación a escribir en sus páginas. Espero estar de vuelta pronto.