Los izquierdistas tenían una frase que esgrimían como un mantra: “hay que llevar el régimen al límite de sus contradicciones”. Pues bien, el régimen, con Petro a la cabeza, llegó al límite de sus contradicciones, que produjo las gigantescas manifestaciones del domingo pasado, que obviamente ignorará el gobierno del “cambio”, al que ya muchos empiezan a llamar, el de cambiar.
Petro, como cualquier fundamentalista, no le importa la opinión ciudadana, sino el sentir de eso que llama el “pueblo”, del cual es intérprete y seguirá adelante con su programa, con el apoyo “concertado” con los liberales. A propósito, el senador Alejandro Chacón es la imagen perfecta del regimen estructuralmente corrupto que tenemos, quien ha mencionado en entrevistas que cada senador debía decidir como votar en cada caso, sin dar ningún referente a que representa a un conjunto de ciudadanos o que tiene alguna coherencia ideológica, sino que consideran que esa curul “propia” se negocia según “necesidad personal” pues costó mucho lograrla; eso explica que mientras Cúcuta masivamente se exprese contra las reformas Petro, el senador Chacón a “conciencia” las apoyará. El Estado como botín es la conciencia de senadores como Chacón.
Como Petro ya no va a actuar en derecho, sino por vías de hecho, la unidad nacional está en peligro. Antioquia, el enemigo número uno en la mente de Petro, si la cosa sigue así, buscará segregarse de Colombia, pues no va a permitir que un centralismo asfixiante siga acabando con su departamento. La vaca es para las vías al mar; con esas vías, Antioquia es un país viable. Ya no Antioquia Federal, sino República de Antioquia. Y hay otras regiones que podrían seguir el ejemplo, desprendiéndose del control de esa Bogotá zurda que quiere imponer el socialismo del siglo XXI a la fuerza. El Caribe, tiene dos subregiones culturales: la costera y la que circunda la serranía de San Juan y la Sierra Nevada de Santa Marta, que es donde Petro tiene su gran caudal electoral. La región costera, hace mucho tiempo, busca desmarcarse del centralismo y lo haría si se da el resquebrajamiento de la unidad nacional por culpa de Petro, incluso si ello significara separarse de su porción no costera.
Acabar la muy frágil unidad nacional colombiana es el riesgo del inefable camino de Petro hacía el límite de sus contradicciones. Eso se hubiera podido evitar si la clase política colombiana, que en gran parte llevó a Petro al poder, con el santismo a la cabeza, se hubieran propuesto una estrategia legal de neutralización del intento autocrático, mediante el trámite en el Congreso de un proyecto de descentralización como reforma constitucional, que limitara los poderes del centralismo. Pensar que eso se logre con senadores perfil Chacón es pensar con las ganas y además esa película ya la vimos en Venezuela y esos políticos que ven el estado como botín, prefirieron que el país se hundiera a perder su parte del botín.
Da grima saber que este movimiento popular masivo quede en fotografías porque no hay manera de encauzarlo a una gran reforma descentralizadora; pasó con la marcha contra las farc, que solo sirvió para que un personaje como Juan Manuel Santos la ignorará como a la decisión plebiscitaria para hacer lo “que le dio la gana”, como dijo: la paz santista, la entrega de la institucionalidad. Habrá que dejar que los hechos desemboquen en la pérdida de unidad nacional, porque el régimen, y en este incluyo al santo-samperismo y el gavirismo como factores claves en lo que sucede hoy, además de los otros gobiernos dedicados a crecer el estado para hacer el botín más grande, no tiene mecanismos de corrección, es la corrupción total. Esto puede llevar a la guerra total, si el régimen intenta impedir esas separaciones.
Dos cosas dejará Petro como legado: un país destruido y preso a Uribe. Solo que esto último no importará porque el presidente vivirá en la república de Antioquia.