Me disculpan los optimistas – o yo no sé sin son mamadores de gallo – que arman planes, secretarías, burocracia, mesas de trabajo, conferencias y mucha publicidad oficial, todo lo cual cuesta un dineral, alrededor del tema “Cúcuta, ciudad turística”, “Destino turístico”, “Capital turística”, “Potencia turística” y demás apelativos estrambóticos. No hay otra que desinflarles el globo.
A Cúcuta le falta mucho para ser un centro atractivo para el turismo, falta mucho pelo para el moño. O, digámoslo con todas las letras: le falta todo. Preguntémonos: ¿en dónde hay un museo que diga uno ¡guau!, un centro imponente de convenciones, instalaciones a lo grande de universidades, hospitales, clínicas, centros comerciales, funerarias, bancos, restaurantes, etc.?
Nuestro subdesarrollo es impresionante, así como la ausencia de una clase dirigente capaz y progresista. En reciente encuesta sobre los mejores gobernadores y alcaldes del país, Cúcuta y el Norte de Santander ocuparon el último lugar. No hablemos de la inseguridad. ¿A quién se le ocurre visitar una ciudad de las más violentas del mundo?
Pues bien: para destacar otra de las protuberantes calamidades de nuestra metrópoli traigo a colación hoy al barrio Zulima. Allí tengo unos parientes a los que frecuento, residenciados desde la fundación del barrio, hace más de 40 años. El Zulima es un barrio estratégico ubicado entre las avenidas Guaymaral y Libertadores. Cuenta con todo y está cercano a todo. Allí está al alcance un importante centro comercial, el hospital Erasmo Meoz, la clínica del antiguo Seguro Social, colegios oficiales y privados, canchas de fútbol, iglesias, restaurantes, peluquerías, pequeños almacenes y tiendas, cajeros bancarios y una variedad de servicios.
Pero aquí viene otra pregunta: ¿podemos mostrar a un turista la recién remodelada iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, que, por cierto, quedó luciente, cuando para llegar allí es preciso andar por una calle en que el carro se hunde en una seguidilla de profundos y extensos huecos, sale, cae otra vez, se bambolea y por fin corona el recorrido luego de tremendos sacudones y estropeo del chofer, de ocupantes y máquina? ¿Qué satisfacción puede dar eso? Ninguna. Lo que da es vergüenza y estrés.
No hay alcalde, piensa uno, ni lo ha habido, pues ¿Cuál mandatario ha dispuesto el arreglo de las cuatro cuadras desde la Guaymaral hasta salir a la Libertadores por ese sector? Ninguno y nunca. ¿Y con calles semejantes, pretenden promocionar a Cúcuta como destino turístico? ¡No seamos ilusos! ¡A otro perro con ese hueso! Señores de los tales proyectos: sean serios. O como se decía antes: mejor cuéntenme una de vaqueros.
- Nota aclaratoria: Para los que no saben la acepción de “globo” que aquí uso, los remito a las últimas líneas sobre dicho vocablo en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Entre los catorce significados están: mentira, embuste, pajas y jetonada.
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