Entre las ciudades importantes de mundo que tienen cerros internos, no hay ninguna, me atrevo a afirmarlo, que no los aproveche de manera pública o privada. Casi siempre los cerros se convierten en zonas residenciales exclusivas.
Otras veces son reservas ecológicas o sede de varios tipos de comercio de recreación que aprovecha las bellezas del paisaje.
En Cúcuta, salvo el barrio Bellavista que tuvo un importante desarrollo residencial sobre zona de ladera, y otro caso más que se proyecta en los cerros sobre la prolongación de la Avenida Cero, no se ha aprovechado bien la belleza de nuestros cerros internos para desarrollos residenciales.
Menos aún para el esparcimiento público, pese a ser mayoritariamente pública la propiedad del suelo en la cadena más importante de cerros que se extiende entre los barrios Belén y Sevilla formando una barrera natural entre el valle del Pamplonita y la Ciudadela de Juan Atalaya.
Los cerros occidentales de la ciudad a los que me refiero tienen el que quizá es el paisaje más bello del perímetro urbano de Cúcuta. Sus puntos de observación más conocidos como La Virgen de Fátima, La cruz del Calvario en el barrio 28 de Febrero o La Columna de Padilla en el barrio Loma de Bolívar, podrían integrarse en un recorrido peatonal complementado con una ruta ecoturística entre paisajes boscosos fácilmente recuperables que podrían extenderse sobre la ruta que se traza sobre sus crestas.
La ruta que se extiende desde Belén, pasando por Rudesindo Soto, Gaitán Parte Alta, Fátima, 28 de febrero y Los Alpes, pese a estar urbanizada de manera informal sobre un suelo arcilloso con alto riesgo de deslizamiento, puede ser objeto de recuperación forestal en algunos tramos unidos por un sendero ecoturístico que integre puntos de observación que pueden llegar a tener un importante valor turístico.
A pesar del riesgo de los suelos de esos puntos de Cúcuta, falta mucho tiempo para que la ciudad piense en un programa de reubicación de las miles de casas edificadas en ambas faldas de los cerros occidentales.
Menos cuando ya el Municipio adelantó intensivamente programas de pavimentación mediante el mecanismo “comunidad-gobierno”, y cuando ya se ha establecido el servicio de acueducto comunitario conocido como “pilas públicas”.
Después de validar la urbanización informal con inversión pública en vías y acueducto, es muy difícil pensar en reubicaciones.
En cambio es forzoso intentar recuperar el valor paisajístico de los cerros como complemento de la recuperación del entorno urbano para sus habitantes y para todos quienes los visitemos para disfrutar de sus bellezas.
Aprovechar el paisaje y darle a la ciudad nuevos lugares de recreación necesita más de ingenio que de dinero. En puntos de la ciudad como ambas faldas de los cerros occidentales y otras zonas de ladera como Santo Domingo, Cuberos y Alfonzo López, donde el déficit de espacio público es el más grande de Cúcuta por la conjunción del urbanismo informal con las dificultades del terreno, es importante lograr que los cerros recobren su valor como bellezas naturales de nuestro paisaje urbano y zonas de recreación de las familias de Cúcuta.
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