Después del encuentro fronterizo del pasado jueves lo mejor es el ambiente de optimismo que hay tanto en Colombia como en Venezuela por la reapertura. Apenas entendible después de 7 años de cierre que solo se tradujo en pobreza, preocupación, trochas, mayor informalidad y así, día a día, escribimos uno de los capítulos más tristes de la frontera más dinámica de América Latina. Pasamos de tener hace 7 años uno de los pasos más importantes de esta parte del continente, y por la insensatez de aquí y de allá, lo convertimos en uno de los caminos más oscuros entre dos países hermanos que solo por las vanidades y falta de diplomacia de dos presidentes, llegamos a vivir este capítulo negro. Como es de esperarse existen todas las mejores expectativas como llegó a expresarlo el embajador Benedetti, quien brevemente habló de abrir un comercio que podría llegar pronto a 10 mil millones de dólares, y del lado de Venezuela se habla de exportar entre otros productos el ron. En mi caso ni lo conocía, y solo por casualidad encuentro en casa de mis amigos Gregory y Claire ron venezolano por aquí en la Normandía mientras hablamos de Colombia, Barranquilla, y las posibilidades del nuevo gobierno.
La reapertura es gratificante pero en todo caso debe ser gradual y con responsabilidad. De hecho para algunos por aquí en Cúcuta hay temores y preocupación si se abre de forma abierta y sin control. Entre algunas de las ideas que le escucho a los amigos, Ricardo Villamizar con mucha razón expresaba que se hiciera algo así como una circulación y Soat binacional, de tal forma que también se implementara un pico y placa fronterizo. Y es que para Cúcuta, Pamplona y Ocaña existen riesgos de no hacerse una apertura gradual. Tenemos lecciones del pasado que no son las mejores en términos para la economía de Cúcuta y la región, como aquella de evitar que finalmente los negocios, el intercambio se adelante entre Caracas y Bogotá, y aquí apenas seamos los testigos sin ningún protagonismo de ver apenas pasar camiones y mercancías que no le dejan nada a la ciudad. Un punto a favor que tenemos en esta gran tarea es la de tener a un amigo, conocedor como el que más con estudios y cifras precisas, como fuera aplaudido hace 40 días en el encuentro en San Cristóbal nuestro Germán Umaña. De la mano del ministro todos los estamentos debemos recuperar esos 7 años de ignominia, de irrespeto entre otros a Bolívar y Santander, a nuestra historia y cerrar ese capítulo negro de nuestra historia.
Por aquí en Francia hay mucha expectativa e interés por lo que puede pasar con Petro, sus posibilidades, el futuro de Colombia y América Latina, e incluso algunos jóvenes estudiantes me preguntaban las razones del porqué había permanecido cerrada la frontera durante 7 años. Así es, no es fácil explicar la estupidez. Algunos incluso me preguntaban si es que de lado y lado entre Colombia y Venezuela había soldados y tanques, si es que en la frontera podría suceder algo así como lo que pasa entre Rusia y Ucrania. Sí, no es fácil explicar que fue un asunto de vanidades presidenciales, torpezas y atropellar la historia.
De las mejores actitudes que he escuchado por estos días en Colombia lo que dijo el ministro de hacienda José Antonio Ocampo en el club Metropolitan, lo más puntual e inteligente con el futuro del país. Le pregunta el periodista, y usted porqué acepta ser ministro si hace tres meses criticaba a Petro. Su respuesta: “Tengo una vida cómoda en Estados Unidos como profesor, pero en este momento debemos comprometernos con el país”. Es justo eso aquí con la frontera, debemos comprometernos, reconstruir las relaciones, tratar de hacer lo mejor por el país, porque una nueva estupidez como la de cerrar la frontera, el mundo no lo entendería.