De casualidad me detuve en la televisión a ver una audiencia del juzgado para latinos, en Miami, que está a cargo de la doctora Ana María Polo, una cubana-norteamericana que de frente detesta el régimen de los hermanos Castro y de sus satélites como Venezuela.
El programa se llama “Caso cerrado”. Y el caso me llamó la atención. Se trataba de cierto sujeto venezolano que siendo un chofer de bus –igual que Maduro – resultó abriendo una cuenta en Suiza por miles de dólares. Al cabo del tiempo reconoció a una hija que había emigrado a Estados Unidos y prometió enviarle dinero para que construyera su casa. Para ello abrieron una cuenta conjunta en Miami. Primero, él hizo una transferencia de su cuenta en Suiza al banco americano por doscientos mil dólares. Luego hizo otra transferencia por la misma cantidad. Al hombre le apareció un segundo hijo, al que la media hermana se comprometió a ayudarle por una enfermedad cerebral que lo aquejaba. Ella tuvo que retirar todos los fondos del banco y vender la confortable casa, y con el producido se redujo a una casa más pequeña y el resto lo destinó a la costosa operación de su hermano. Es entonces cuando el colega de Maduro se presenta en Miami a demandar a su hija para que le devuelva todo el capital. La trata de ladrona, ingrata y malvada. En ese momento ya ella había averiguado de dónde había sacado tanto dinero un simple chofer de bus en Venezuela. Sencillamente, el vivo – que ante la togada Polo se declaró como de la oposición - consiguió un puesto en el ministerio de la Vivienda en tiempos en que Chávez ordenaba expropiar a diestra y siniestra. Pues este malandro era el encargado de administrar las casas expropiadas, las vendía, y se embolsillaba la plata.
El debate fue duro entre padre e hija. Pero esta lo delató, lo desenmascaró como chavista y madurista, la doctora Polo le increpó que robara a sus compatriotas y lo conminó a abandonar a los Estados Unidos y se regresara a vivir bajo la dictadura de la que se enriquecía. ¡Fuera de este país democrático!, le gritó la jueza. Y el hombre, ya descubierto, no pudo sino salir escoltado y dando un viva a Maduro. Por supuesto que la jueza le rechazó la petición, decisión que el público aplaudió y refrendó con silbidos al esquilmador castrochavista.