El problema de la inseguridad, con toda su carga de violencia y la diversidad de acciones criminales, está articulado al conflicto armado que ha padecido Colombia en forma consecutiva en un lapso de 60 años.
No hay lugar del territorio nacional que se salve de esa tormenta. Por eso sigue siendo prioridad buscarle una salida total y definitiva con la garantía de no repetición de las atrocidades cometidas. Y también, la reparación a las víctimas, así como un aporte de verdad irrefutable respecto a los actos consumados por diversos actores de la confrontación.
Norte Santander no ha sido ajeno a esa avalancha desoladora, con homicidios, secuestros, desapariciones, reclutamientos forzados, despojo de tierra, extorsión, abuso de oren sexual, bloqueo mediante paro armado, incineración de vehículos, ataque a la Fuerza Pública, explotación ilegal de oro, cultivos ilícitos, asedio a la infraestructura petrolera y otras prácticas delincuenciales.
El Catatumbo es escenario de los grupos generadores de violencia, un territorio copado por los traficantes de la muerte, aferrados al exterminio de la vida humana y de los bienes públicos. Esa presión constante ha dejado déficit en la existencia de la comunidad, como se puede apreciar en los atrasos acumulados.
Y Cúcuta también está atrapada en una situación abismal. La ciudad sufre el asedio de unas 25 bandas criminales adictas al exterminio de las personas. Matan y trafican sin compasión. Amenazan y acribillan a dirigentes comunales, a empresarios y periodistas. La práctica de la extorsión es una de sus tareas.
Esta nueva oleada de inseguridad pareciera ser una reedición de la toma que le hizo a Cúcuta el paramilitarismo en los comienzos del 2000. Ese desbordamiento tuvo efectos letales desoladores. Y ahora se está en lo mismo: un entramado desgarrador que debe llevar a una alineación militante de toda la población contra el crimen.
Ya hay un pronunciamiento recio de organizaciones representativas de la sociedad civil, en el cual se convoca a la una unificación de esfuerzos. No basta con demandar del gobierno ayuda para enfrentar a los criminales. Se debe tener participación en el rechazo a quienes se encuentran en la trinchera de la criminalidad.
Los gobiernos de Norte Santander y de Cúcuta deben unirse a las organizaciones agrupadas en un frente común con políticas que sean aporte decisivo para la erradicación de los activistas de la violencia. Esa suma de activos puede tener resultados positivos.
Las organizaciones comprometidas en la lucha contra los grupos criminales dicen en su declaración: “Este desbordamiento de homicidios a través de la modalidad del sicariato, sumado a la comisión de otros delitos atroces como los desmembramientos de cuerpos, las extorsiones masivas, los secuestros selectivos y las amenazas sistemáticas contra líderes y lideresas impactan sectores de la población de manera tal que ahogan la economía popular y el comercio organizado.
Arruinan a gente horada y trabajadora, e intentan silenciar las comunidades que sufren con mayor rigor una violencia que crece como bola de nieve. Esto tiene que parar”. Y más: “Todos los muertos nos duelen. Todos tienen familias que los lloran y los extrañan sin importar su condición. Debemos desnaturalizar la muerte violenta, dado que banalizar o justificarla no solo sería perder el rumbo, sino abrir las puertas a un camino sin retorno”.
Puntada
Hoy debemos poner todo nuestro fervor solidario en favor de la Selección Colombiana de Fútbol. Su triunfo sobre Argentina le servirá al país para encender la llama de la unión en función de las grandes causas de interés común.
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