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Hipocresías
Partidos y movimientos de izquierda como el de las feministas, se silenciaron.
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Miércoles, 11 de Septiembre de 2024

El doctor Alberto Fernández es un político argentino perteneciente al kirchnerismo o izquierda radical del ala del difunto Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández de Kirchner. Durante su campaña para presidente, y ya estando en la presidencia, defendía el sexo femenino en emotivos discursos y abominaba de cualquier suerte de violencia.

 (Sexo – recordemos y no lo confundamos con género - es “la condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas”, según el moderno DRAE, y “constitución orgánica que diferencia al macho de la hembra”, según el Diccionario Escolar de la Lengua Española. Otro diccionario más antiguo y más completo dice “constitución orgánica que diferencia al hombre de la mujer, al macho de la hembra”).

Ponía Fernández tanto ardor por la causa femenina que creó durante su mandato el ministerio de la mujer. Pues resulta que la exprimera dama, Fabiola Yáñez, en estos días reveló que en plena Quinta de Olivos – la residencia presidencial – su marido la encendía a golpes, con patadas y puñetazos, y mostró para la televisión mundial el video de su rostro amoratado y los ojos inflamados.

El movimiento feminista, que es muy fuerte en Argentina, no ha dicho esta boca es mía. No hicieron manifestaciones de protesta y solidaridad con la víctima, mensajes por las redes, nada. Es decir, partidos y movimientos de izquierda como el de las feministas, se silenciaron. Y para el maltratador la única sanción ha sido la prohibición de salir del país. Para ver el contraste, vamos al caso de Donald Trump. No hace falta mencionar que se trata de un político de derecha.  

Trump tiene decenas de denuncias por acoso y abuso sexual de las que la prensa y la tv norteamericanas despliegan generosamente noticias amarillistas y morbosas. Las féminas no se quedan atrás como enemigas implacables, agrupadas en asociaciones combativas.  

Considero yo: si es responsable, que pague por lo que hizo. Esa es la justicia. Pero en Estados Unidos la justicia está torcida, torcida, claro está, para un lado, y es así que por una de esas denuncias en un juicio exprés ya el exmandatario fue condenado.

Existe una infinidad de hipocresías que sería prolijo puntualizar. Con estos dos casos quería evidenciarlas en algo.

Sin embargo, hay una que, a mí, como católico, me sorprende. Entiendo bien que es deber de todo cristiano orar por los difuntos, pero, seamos claros: por los que creían y buscaban la gracia de Dios. Por ello encuentro como gran hipocresía, por ejemplo, que con motivo de la muerte de Gabriel García Márquez en México se hubiera celebrado en la catedral primada de Colombia una ceremonia, aunque sin misa de difuntos, pero con oración litúrgica y Padre Nuestro a cargo del cardenal Rubén Salazar. Allí concurrieron el presidente Juan Manuel Santos, expresidentes de la República, ministros, altos mandos militares, y otros tantos dignatarios. ¿Por qué usar la catedral católica si García Márquez no creía ni en los rejos de las campanas, era marxista, masón y anticatólico? ¡Qué farsa!

Le oí declarar a un personaje que, siendo él ateo, no quería que hubiera ninguna ceremonia religiosa cuando muriera, sino que de la clínica lo llevaran de inmediato al crematorio. A pesar de ello, la familia no cumplió su deseo, y con el cadáver presente en la iglesia le celebraron misa exequial. ¡Puro teatro!


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