Si Panamá no se separa de Colombia, no hubiera llegado tan lejos en desarrollo. Ese fue el concepto unánime entre el pequeño grupo familiar al recorrer algunos sitios de Panamá en una semana del diciembre pasado. Por supuesto que eso no lo dijimos delante de los choferes y los guías turísticos panameños (todos hablan inglés y español); ellos prudentemente tampoco lo dicen, aunque cuando narran los episodios de la separación lo insinúan. Yo, por mi parte, agregué que si hoy el centralismo bogotano estrecha a las provincias, imaginemos cómo sería en 1903. La cachaquería rola ni siquiera conocía el mar, y menos Panamá, de modo que el abandono y el desinterés por ese departamento era un suficiente detonante para que quisieran independizarse. Al único que le importó Panamá fue a Simón Bolívar, allá por los años 20 del siglo XIX. De resto, ningún político miró más allá de la sabana de Bogotá,salvo el presidente Rafael Núñez, el que permanecía más tiempo en su ciudad natal, Cartagena.
Uno no puede menos que comparar el progreso de la ciudad de Panamá, y el mismo país, tan pequeños, frente a Colombia y su capital. Baste contemplar el inmenso aeropuerto internacional de Tocumen, la cantidad de rascacielos que hacen llamar a Panamá el Dubái de las Américas, las estupendas autopistas (entre esas la Juan Pablo II, con su estatua), el metro con sus tramos aéreos y subterráneos que recorre la ciudad, y el tren que abarca todo el país y va hasta la frontera con Costa Rica. Entre las torres está la que llaman allí del Tornillo, en forma contorsionada, y la torre Trump, pero que ya no es del expresidente. Punto aparte es el Canal de Panamá, obra asombrosa de la ingeniería para unir los dos océanos, Atlántico y Pacífico, iniciada al año siguiente de la separación de Colombia. (En el teatro allí en la zona del canal proyectan una película en tercera dimensión que recoge todo el periplo de la construcción de esta vía interoceánica. El peaje más barato que se ha pagado es el de un osado nadador americano: lo pesaron y lo midieron y debió pagar 36 céntimos de dólar. Pero hay buques que han pagado hasta un millón de dólares). Y qué decir de los también inmensos malls en que se fatiga uno de caminar y fisgonear para comprar algún artículo.
El Casco Antiguo de la ciudad de Panamá sí es igual a los rincones vejestorios de nuestras ciudades como Cartagena, Bogotá, Popayán, etc. La catedralde la ciudad de Panamá, llamada Basílica Santa María la Antigua, es modesta; su valor es netamente histórico pues fue el primer templo erigido en América por los europeos.Nuestras catedrales – ejemplos las de Cúcuta y Ocaña – aventajan a aquella por su hermosura e imponencia.
Otro cuento es el de los hoteles. Siempre he creído que el 80 o el 90 por ciento del placer del viaje está en la calidad del hotel que uno escoja. Desde luego, si tiene el mar a pocos metros de las piscinas, ¡para qué más!
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