Desde hace más de un año se viene hablando de la escasez de ciertos medicamentos, sobre todo aquellos destinados a atender enfermedades crónicas, las mismas que matan a más de 41 millones de personas cada año en el mundo.
El no cumplimiento con los rigores de suministro de los fármacos implica que la enfermedad encuentra espacio para pronunciarse y acrecentar su daño en el organismo; ésta es la razón por la cual se le denominan como esenciales.
Lo que llama la atención es que estando identificadas las causas de los desabastecimientos: escasez de materias primas, aumento de la demanda y fallas en la cadena de suministros, no se haya notado la acción para superar esos inconvenientes y el problema esté creciendo.
En Venezuela no le pusieron cuidado al fenómeno cuando allí se presentó y llegó a provocar una crisis de salud pública de enormes proporciones; la gente tuvo que acudir a sus familiares y conocidos en otros países para que enviaran las medicinas que se requerían con urgencia. El fenómeno se vio en Cúcuta, en donde crecieron las droguerías de manera significativa, pues los venezolanos llegan angustiados a comprar medicinas básicas para sus tratamientos.
En nuestro caso, el mismo Invima ha dicho que la lista de medicamentos con dificultades ya llega a 37 y la alternativa que se está estudiando es la de autorizar la circulación de genéricos, para atenuar los requerimientos de la demanda.
Fue una equivocación muy grande la que tuvo el país, cuando decidió acabar con la producción de medicamentos y dejar el espacio únicamente a los privados. La dramática consecuencia se vio en la pandemia, pues mientras otros países estaban en capacidad de fabricar las vacunas que aparecieron, Colombia no tuvo esa posibilidad. Afortunadamente la buena capacidad de gestión de entonces permitió su adquisición oportuna en los mercados internacionales.
Por otro lado, si bien es cierto se ha avanzado en la regulación de algunos precios de medicamentos, todavía existen muchos que tienen costos demasiado altos, frente a los precios que rigen en otros países, pero ha sido una pelea dura de librar, pues las grandes farmacéuticas están en capacidad de desplegar enormes presiones para impedir esa regulación.
Los medicamentos resultan ser el complemento idóneo en el proceso de la atención de la salud, pues de nada sirve contar con buenos médicos, con laboratorios de alta tecnología y con excelente capacidad de diagnóstico, si la medicina que se requiere no es posible adquirirla en el mercado. La cadena falla, y las consecuencias las padece el paciente, pues la enfermedad no espera y siempre pasa su correspondiente factura, que para muchos puede ser la muerte.