Un viejo amigo, sacerdote dominico, me visitó días pasados para hacerme la pregunta de moda en las tertulias políticas, que se hallan tan despistadas como la mayoría de los colombianos: ¿Por quién se puede votar en mayo? Y es que las circunstancias, por primera vez en muchos años, no han permitido que los millones de ciudadanos que desean acercarse a las urnas hayan encontrado, como en otras oportunidades, una clara opción para confiarle los destinos de nuestra sacrificada patria, que se debate entre dos opciones bien diferentes: una derecha peligrosa y una izquierda peligrosísima.
He tenido la curiosidad de soportarme los debates entre los distintos aspirantes a la Casa de Nariño y no he escuchado algo que me convenza de cuál es el mejor camino. No hay una clara ruta hacia el progreso, hacia mejores días, hacia un futuro sin miedo y con seguridad para mis nietos.
Me ha tocado oír promesas de todo tipo, incluyendo la de que el presidente se convertirá en policía y la de que el país se dedicara a exportar millones de aguacates para reemplazar el petróleo que tuvo un tiempo a Venezuela viviendo de las exportaciones, sin montar ni siquiera una fábrica de chicharrones.
Han ofrecido también acabar los impuestos, rebajar los intereses de los préstamos del Icetex, llevarnos por caminos llenos de dinero y saturar a Colombia de ríos de leche y miel. Todas han sido sólo promesas, como las de la totalidad de quienes se han sentado en el llamado solio de Bolívar, a quien le tocó salir corriendo de la cama en que se encontraba con su amante para evitar que sus enemigos lo ensartaran como si se tratara de un pincho de carne.
En fin, le dije al amigo, hay que decidirse entre la marioneta de un exmandatario que quiere seguir mandando, y un fiel seguidor del desgastado socialismo del siglo 21, que ha fracasado estruendosamente en Cuba y en Venezuela. No es fácil le decisión, sobre todo teniendo en cuenta que, aunque parezca mentira, hay gentes que prefieren la guerra a la paz y hasta sostienen que se puede comprar un premio Nobel de Paz, como si fuera un electrodoméstico.
Hice un esfuerzo para demostrar que no es tan difícil elegir entre dos males, pero no pude. No hay manera de señalar que el 27 de mayo se decidirá entre dos caudillos de viejo cuño, como los que nos mandaron en el pasado. Ya no hay un Núñez, un López, un Caro, un Ospina, un Lleras Restrepo Tenemos que conformarnos con un Duque que se pintó el pelo y un Petro que casi acaba con Bogotá.
Estamos en la olla, diría un pesimista. Pobre Colombia, en la que se acabaron los viejos partidos, por culpa de unos pésimos parlamentarios. Pero es que como decía otro viejo amigo, la tierra no da más, sino estos personajes de segunda. Mi amigo se despidió: estaba más despistado que cuando llegó. GPT