William Shakespeare puso al ser humano a prueba con respecto a su autenticidad existencial cuando a través de Hamlet planteó la disyuntiva de “Ser o no ser” y lo hizo relevante con el complemento según el cual, “esa es la cuestión”. Se trata de asumir posición frente a las situaciones o los hechos que resultan de la vida, todo aquello entendido como un rumbo o destino, sin adicionarle a estos términos ningún condimento determinista.
En el manejo de lo público tiene aplicación la toma de posiciones cuando se trata de asuntos que afectan lo estimado como de interés general.
Hay que “Ser o no ser”, por ejemplo, en la administración de la justicia, aplicando el derecho como tiene que ser para evitar sesgos o discriminaciones que puedan afectar el debido proceso.
En el proceso electoral actual de Colombia hay que exigirles a los candidatos a la Presidencia que asuman posiciones coherentes, funcionales, libres de tácticas mañosas u oportunistas. Porque algunos que han sido soportes decisivos del fallido establecimiento, ahora se han revestido de líderes del cambio y prometen lo que antes le negaron a los sectores más abrumados de necesidades.
Esa metamorfosis renovadora tiene que verificarse a la luz de realidades que dan cuenta del mal manejo a la nación por quienes la han gobernado.
Hechos muy recientes son relevadores de la permisividad predominante a manejos que le han dejado cuantiosas pérdidas a la nación. Un caso inocultable es el de la licitación adjudicada a Centros Poblados por el Ministerio de las Comunicaciones y la Información, con un anticipo doloso de $ 70 mil millones, lo cual quedó consumado como un asalto. Los dirigentes casados con el gobierno terminaron de cómplices de ese atraco. La señora Karen Abudinen, que era ministra titular, salió del cargo con la garantía de la impunidad.
No es el único capítulo de corrupción. La cadena es larga, con operaciones aberrantes.
La violencia es otro capítulo borrascoso. Las atrocidades criminales de la Fuerza Pública tienen excesos violatorios de los derechos humanos, según lo han confesado los propios militares que participaron en acciones de muerte contra colombianos inocentes. Y siguen los actos de deterioro de la llamada institucionalidad. Los riegos de alteración de los resultados de las elecciones, el despojo de los campesinos de sus tierras, los abusos desde las posiciones de poder, el ocultamiento de la agudización de la pobreza y el deterioro de las relaciones con países de la región, son boquetes que se le abren a la nación, con la bendición de algunos candidatos presidenciales que ahora tienen discurso de cambio. Todo un engaño. Es a esos a los que se les tiene que recordar la sentencia de Shakespeare de “Ser o no ser”.
Hay que quitarles la máscara a los que ahora le dicen sí al cambio, pero con el cálculo de bloquearlo si llegasen a ser gobierno. Es una amenaza para la democracia y sería llevar el país a otra frustración.
Puntada
Luis Fernando Carrillo. Se ganó el reconocimiento a sus méritos, que fueron su inteligencia, su conocimiento, sus convicciones democráticas, su honradez, su talante de ser libre de mezquindades. Ejerció la abogacía con rigor profesional y tuvo lucidez como escritor. Dejó legado que se debe preservar. Duele su muerte.
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