El crecimiento de la población mundial ocurrida en el siglo pasado y que en su momento se denominó explosión demográfica llevo a la sobrepoblación de algunos países, tal como ocurrió en China y la posterior adopción de fórmulas que detuvieran el rápido crecimiento en las cifras de los pobladores, dada fundamentalmente por tasas de natalidad alta que superaron ampliamente a la de mortalidad. Sus consecuencias directas fueron escasez de alimentos, desempleo, disminución de los recursos naturales y el impacto sobre el medio ambiente. Los métodos de planificación familiar y los planes masivos de educación modificaron esa tendencia, la cual se extendió también a los países con menos recursos económicos.
Hoy esa orientación es a la inversa, se registra un descenso en las cifras de nacidos vivos, lo cual está conduciendo a un decrecimiento de la población. Las parejas más jóvenes, en gran medida, no están interesadas en tener descendencia y prefieren una vida sin las tareas de la crianza de sus hijos. Esto está llevando a que en algunos lugares la mortalidad supere a la natalidad y se están quedando despoblados algunos lugares.
Pero, la bomba demográfica ahora está ocurriendo por cuenta del envejecimiento de la población. Ahora vivimos más años gracias a los cuidados que se prodigan en la salud principalmente. La esperanza de vida hoy se sitúa alrededor de los 72 años y hay un grupo cada vez mayor de personas que califican para ser incluidos entre las personas centenarias, lo cual también provoca que se deben hacer esfuerzos adicionales para atender a estas personas tanto en la salud como en su cuidado integral. Se estima que la llegar al año 2050 esa cifra de esperanza de vida mundial esté alrededor de 77 años y la fecundidad para entonces seguirá en cifras a la baja.
Se requieren políticas audaces que logren compaginar la baja tasa de natalidad con el envejecimiento simultáneo de la población, una buena salud reproductiva que vaya de la mano de programas que aseguren una atención eficiente a los más viejos que puedan de acuerdo con sus ingresos y aportes en la etapa productiva gozar de una pensión que les asegure bienestar.
Los países de mayor desarrollo económico han modificado la edad de pensión extendiéndose progresivamente tanto para hombres como para las mujeres y en algunos casos equiparando la edad para ambos géneros a la cual se puede obtener ese beneficio. De tal forma que se trabajarán más años con el claro propósito de sostener al sistema pensional y evitar su colapso.
Entre las muchas cosas que dijo el presidente Gustavo Petro esta semana mencionó que la pensión debería llegar más temprano en la vida de los trabajadores. Solo con mencionar que se debería reducir la edad de pensión es de por sí insensato y apunta a un populismo en franca contravía con la conducta seguida en este sentido en todo el mundo. Esas propuestas no tienen posibilidad de ser aplicadas porque más rápido llevarían a que el sistema pensional se desfinancie y los pensionados se queden sin su correspondiente mesada.
Hay que trabajar, trabajar y trabajar para cotizar y disfrutar de la pensión, eso está claro. Lo demás son bolas de humo.
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