Un editorial del diario El Universal de Cartagena, bien titulado como “Un modelo equívoco”,considerando los riesgos y abusos de turistas en las playas de la heroica escribe: “bajo el régimen que se ha impuesto por cuenta de las interpretaciones que se han hecho de los fallos de las cortes, sobre el derecho a la consulta previa, a la autonomía y a la libre determinación de las comunidades raizales, cualquier decisión o determinación que resultare procedente en territorios en donde concurran consejos comunitarios, debe ser consultada con sus miembros y con quienes estos representan... el modelo de desarrollo turístico que se ha impuesto, respaldado indirectamente por muníficos fallos de las cortes, carece de cualquier nivel de control, y se sustenta en la extrema libertad de hacer y ofrecer, sin consideración a los estándares básicos de buenas prácticas internacionales de la prestación de bienes y servicios”. Este diagnóstico se podría extender a los indígenas, las “guardias campesinas”, “territorios de paz” y demás minorías que se comportan como estados dentro del estado, sustentados en una jurisprudencia “progresista” que defiende el revanchismo minoritario y que aceptó supeditar la ley colombiana, a lo que alguna ministra de Petro llamaba “conocimiento y sabiduría ancestral”, o a la decisión de Cortes Supranacionales. Ello ha llevado a que Colombiaesté llena hoy de islas de minorías o territorios gobernados por señores de la guerra, con un Estado lleno de juridicidad politizada, pero carente de justicia.
Esto se dio porque el progresismo aliado del narco que desarrolló jurisprudencialmente la Constitución de 1991 fue generoso en desarrollar una carta muy amplia de derechos sin una equilibrante carta de deberes. Se dan subsidios por todo, pero sin contraprestación de quien recibe el subsidio. En los países en que la educación pública es gratuita, el estudiante debe mostrar adecuado desarrollo académico, no quedarse por décadas como estudiante “rebelde” vandalizando y atacando a la fuerza pública. El seguro de desempleo se da por un tiempo prudencial para encontrar empleo, si no, se acaba. En Colombia la asimetría es otorgar derechos sin deberes y esto solo le sirve a un modelo de Estado, el colectivista, donde el Estado es omnipresente y omnipotente y los tres poderes de la democracia liberal viven en concubinato rentístico, no en equilibrio colaborativo.
Económicamente esto lleva a la quiebra del país y a la diáspora. El Estado Colectivista no permite la creación de riqueza que da el mercado y es un hecho que el Estado no crea sino que destruye valor; para ellos la riqueza es un juego de suma cero. Esto lleva a dos fenómenos que retroalimentan el embudo de la pobreza: cada vez el Estado debe dar más subsidios y simultáneamente hay menos riqueza que exprimir. La odiosa estratificación colombiana que tenía justificación en el cruce de contribuciones (estratos 5 y 6) y subsidios (estratos 1 y 2) tiene sentido en un modelo de creación de valor, pues de lo contrario se reduce crónicamente el número de aportantes y crece el de receptores de subsidios, reventando cualquier presupuesto estatal en esta concepción colectivista, hasta que la teta de la vaca se seca. Y siempre que se aplica este modelo, se seca. El editorial “de cara a la migración” del diario El Tiempo describe que, “uno de los hallazgos más sorprendentes [...] : el número de personas que abandonaron el país entre 2015 y 2022, y no regresaron, se acerca al de venezolanos que llegaron a Colombia en el mismo período. El dato más revelador es que cada día se despiden por vía aérea, para no volver, 1.244 colombianos y colombianas”. Los primeros emigrantes con recursos se van en avión, después sale la clase media en bus, y al final, los más pobres salen a pie.
Ya empezó la diáspora colombiana y como vamos es como no debíamos ir, pero es el costo de votar con el hígado, sin importar que terminaremos en el destino de Venezuela.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion