Desde salas repletas de la más sofisticada tecnología, los sabuesos de Scotland Yard vigilan “2035 kilómetros cuadrados de calles urbanas, caminos rurales, muelles, fábricas, palacios, barrios bajos, locales nocturnos, embajadas, oficinas de gobierno, y el Aeropuerto de Heathrow: todo el Distrito Metropolitano de Policía de Londres”. Todo lo saben al momento. Y especialistas en las más variadas materias analizan fotos, videos, mensajes, llamadas, voces, lugares, vestidos, grafías, tierra, sustancias, líquidos, muestras sanguíneas y otros emanaciones humanas y álbumes con miles de caras. Así pueden prevenir crímenes y apresar delincuentes en cortísimo tiempo. Es decir, la tecnología al servicio de la seguridad y la vida de los londinenses. Ello, más la capacidad de los agentes, una alta inteligencia y no poca intuición y malicia.
¡Qué más quisiéramos nosotros para nuestra urbe acorralada hoy por bandas criminales, choros sueltos, inmigrantes sin control que han derivado en amenaza pública, y una multitud de drogadictos poblando todos los espacios públicos y deambulando como zombis, tan peligrosos como aquellos, los llamados eufemísticamente extranjeros que para decirlo con franqueza no son sino venezolanos! ¡El desgobierno completo frente a una ciudadanía amedrantada e impotente!
Se alegará que somos muy pobres y que los presupuestos nacional, departamental y municipal no alcanzan para modernizar los equipos de investigación y control, pero se olvida que sí alcanzan para los saqueadores instalados en puestos claves.
Ahora, la verdad es que programas serios por parte de los candidatos a cualquier cosa, que afronten tales problemas, más el cáncer económico del desempleo y los trabajadores informales, nunca se han visto. En cuanto a seguridad, por la que clama y se desespera el ciudadano, es patente la falta de voluntad política para esforzarse en su favor.
¿Paz? ¡No nos hagan reir! Todo se va en consejos de seguridad pantalleros, mesas de trabajo por la paz, comisiones, comités, juegos y torneos por la paz, asociaciones por la paz, talleres por la paz y organismos a montón por la paz. Se han vuelto como un juego, una mamadera de gallo con la gente, y, se sospecha, un gran negocio. Porque todo eso que se inventan para pelechar invocando la paz, todo ese blablablá, no es gratis, cuesta millonadas. Mientras, los asesinatos aumentan, al igual que los atracos y los secuestros, y el miedo de salir a la calle. Tampoco cesan en los colegios el consumo de estupefacientes y las perversiones sexuales. A nadie le importa la generación que se está perdiendo.
Me parece muy revelador que la consigna de un candidato a la alcaldía de Cúcuta fuera “perseverancia”, pero nadie captó que su perseverancia no se refería a un compromiso con la ciudad sino al compromiso con él mismo de llegar algún día a ostentar el título de alcalde. Y lo logró después de varios intentos.
¡Lástima de nuestra capital departamental, ciudad bonita, hermosa, acogedora, nunca cambiable por ninguna otra! Pero tan insegura y desprotegida. Y qué dolor y vergüenza ver sus calles destrozadas, el desorden en la circulación vehicular, la incultura ciudadana y la falta de autoridad.
De ahí la frustración - y hasta en algunos la inocultable rabia - con los gobernantes y cuerpos colegiados, y la incredulidad general en ellos.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion