El nuevo Consejero Comisionado de Paz, Otty Patiño, en sus primeras declaraciones planteó unas ideas que en principio fueron de buen recibo: “… Hay que mirar más territorios que actores… en un solo territorio acuden varios actores, de tal manera que no es posible hacer la paz con un solo actor, sino se hace, no entendida como negociación, sino como implantación del Estado Social y de Derecho en esos territorios… con algunos se hará con un método y con otros con otros, pero lo importante es que el Estado haga presencia integral, no solo a través de la fuerza, sino a través de solucionar las necesidades básicas de la gente, que es muy importante…”.
Considero que en estas ideas hay una precisión importante de cómo se concibe la Paz Total por el nuevo encargado de orientarla. Efectivamente el centro de la Paz Total debe ser la presencia territorial del Estado o si se quiere, la construcción territorial de Estado, presencia que no se puede limitar a las instituciones militares y policiales, aunque sean fundamentales éstas y en muchas ocasiones sean la avanzada, sino la ‘cara civil’ del Estado, esto es educación, salud, justicia, generación de empleo –aquí es fundamental la alianza con el sector privado-; pero debe ser una presencia con vocación de permanencia y no sólo ‘de pasada’, como tradicionalmente lo hacen los ejércitos de ocupación. De esta manera se va a construir legitimidad, que es fundamental para ir ganando un apoyo duradero de los habitantes del territorio.
Una vez se avance en este sentido, o en paralelo, se va tratando de entablar acercamientos o conversaciones con los actores armados ilegales, reconociendo el carácter de los mismos, si se trata de actores nacionales o de vocación nacional o de actores territoriales, si son actores considerados políticos o solamente dedicados al control de rentas ilícitas y esto es fundamental para no terminar ‘dando palos de ciego’. Si se trata de actores regionales o aún locales, se pueden definir estrategias de acuerdos en el ámbito respectivo.
Si se trata de actores nacionales o con vocación nacional, hay que priorizar conversaciones y acuerdos a ese nivel, aunque haya expresiones territoriales diferenciadas de ellos. Y allí hay un doble desafío muy importante, el primero, es no equivocarse creyendo que se puede llegar a acuerdos con la expresión regional del actor –frente insurgente, columna, compañía, etc.- al margen de lo nacional, el segundo, ser capaces de llegar a acuerdos nacionales y diseñar formas o modalidades de implementación territorial diferenciada –ahí probablemente radica el principal problema del Acuerdo de La Habana-. Aparentemente el enfoque con el que están conversando el Gobierno y el ELN, es decir ‘llegar a acuerdos e irlos implementando enseguida’, podría facilitar el ir construyendo esas diversas formas de implementar, pero el desafío de hacerlo no es fácil, si no existe un adecuado nivel de confianza entre las partes y una participación significativa de la sociedad regional, que actúe como veedor, apoyo o garante.
Pero no hay duda que el enfoque que plantea el nuevo Consejero Comisionado de Paz, como un desarrollo de lo avanzado es un paso adelante importante.