El Semitismo es una definición lingüística, al cual pertenecen el árabe, hebreo y arameo. Los hebreos son la etnia que habla hebreo y que descienden de Jacob, llamado Israel. Y fue a estos hebreos que Moisés llevó de Egipto a Canaán, la tierra prometida, en lo que hoy es el estado de Israel. El judaísmo es una religión monoteísta que tiene como padre a Abraham, el abuelo de Jacob. El sionismo es un movimiento político que propugna, después del holocausto, por un estado judío. Israelí es el ciudadano del Estado de Israel, estado no confesional creado en 1948 para recibir la diáspora judía pero en el que viven ateos, cristianos, judíos y musulmanes, árabes o no; de hecho el hebreo y el árabe son los idiomas oficiales del Estado de Israel.
Los estados árabes fueron enemigos jurados del estado de Israel desde su creación, aunque después de ocho guerras perdidas se negaron a seguir la lucha y esta quedó en manos del fundamentalismo islámico y el radicalismo político de izquierda con apoyo principalmente del Irán chiita enemigo de los estados árabes, Saudita y Egipto los principales.
Estas complejidades no son del gusto de una mente radical anarquista como la de Gustavo Petro, que prefiere pequeñas píldoras de arenga ideológica. Por eso Gustavo Petro no se puede clasificar como antisemita o antijudío, él solo es un radical que apoya todo tipo de fundamentalismos violentos con los cuales se ha vinculado toda su vida. Se sabe de sus relaciones con Hamas, ETA, el Ejército Republicano Irlandés (IRA), las guerrillas colombianas de las que fue parte, los carteles latinoamericanos, los maras centroamericanos, la inteligencia cubana, las agencias de inteligencia de la Europa Oriental soviética y cualquier otro grupo radical y violento que sea afín a sus propios radicalismos. Por eso no condena crímenes fundamentalistas o de izquierda como el ataque de Hamas a civiles israelíes o la represión brutal de Nicolás Maduro a los ciudadanos venezolanos o los asesinatos de Putin a enemigos políticos, sino los de sus contrarios y en esos cae Israel.
Gustavo Petro tiene todas las características de un fanático (además de un narcisista): incoherente, radical, elemental de pensamiento, mentiroso y tergiversador. Por eso la muerte de civiles y militares colombianos a manos de sus admirados grupos radicales le trae sin cuidado.
Tener de presidente de una república democrática un radical fanático es un problema, pero que lo apoyen partidos de centroderecha, como ellos se definen, es un riesgo grave para el país nacional, porque el país político es un cáncer metastásico.
Nota 1: Las guerras en diferentes lugares terminan relacionándose. Aliados de nuestro presidente radical, las autocracias rusa e iraní, impulsaron guerras de agresión contra países que no los provocaron, solo por su odio al contrario o por visión expansionista. Rusia esperó agredir y desaparecer a Ucrania en pocos días ante la mirada indiferente de Occidente, pero la heroica resistencia ucraniana que ya tiene la guerra en territorio ruso obligó a Occidente a apoyar al agredido. Irán apoyó a Hamas para su ataque a civiles israelíes, esperando una respuesta limitada, pero Israel, pese a las advertencias del progresismo occidental de una terrible escalada, decidió acabar el estado “normal” de ataques terroristas contra Israel con golpes puntuales y eliminar la amenaza terrorista del todo. Derrotó a Hamas y siguió con Hezbolá, brazo armado de Irán atacando con todo el sur del Libano y bombardeando reductos terroristas en Siria y atacando objetivos en Irán. Irán no quiere escalar, pues está en su momento más crítico, pero lo más increíble es que Rusia está muy disminuido de misiles y se los está suministrando Irán, pero si Irán entra en guerra, Rusia quedara debilitado dependiendo solo de Corea del Norte. Que Rusia e Irán unan su riesgoso destino es justicia histórica. Ellos solo esperan que gane Kamala en Estados Unidos para que deje de ayudar a Israel y Ucrania. Estamos presenciando historia inédita.
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