Los fuertes aguaceros que por estos días caen en Norte de Santander sirven para tratar situaciones que más bien terminan convirtiéndose en factores generadores de riesgo.
Por ejemplo, la inspección y mantenimiento de algunas infraestructuras básicas para la conectividad y movilidad. Es el caso de algunos puentes o pasos vehiculares que necesariamente requieren de obras complementarias para prevenir que luego ocurran cierres viales por impacto de las lluvias.
Esas labores de lo que podría llamarse anticipación preventiva deberían tener la mayor importancia dentro de las acciones gubernamentales para de esa manera mitigar o hacer menos severos los daños que puedan suceder por efecto de crecientes o deslizamientos de tierra.
Tener siempre asignadas partidas presupuestales para ese propósito al final del día resultaría mucho más barato que entrar a enfrentar situaciones como el cierre de la carretera Cúcuta-Ocaña por el daño en el puente de La Sanjuana que ahora deberá ser reemplazado por una estructura metálica.
Es que precisamente la temporada seca debe aprovecharse para adelantar esta clase de operaciones, puesto que se tienen que dejar de lado las acciones reactivas reemplazándolas por las de diagnóstico programado y preventivo que resultan siendo más efectivas.
De esa manera puede hacerse una proyección más precisa de lo que podría llegar a suceder, teniendo presente los análisis y reportes de comportamiento del clima, con el fin de proceder a reforzar puntos débiles y preparar la utilización de variantes o la ejecución de reparaciones o refuerzos rápidos y anticipar, si es necesario, que se apliquen medidas restrictivas del tráfico vehicular, en un momento dado.
Mientras ojalá las medidas de esa naturaleza puedan desarrollarse con el respectivo apoyo financiero necesario, hay otro aspecto que tiene mayor profundidad, porque se relaciona con el crecimiento desordenado de los municipios.
¿Acaso no se tienen en cuenta los mapas hidrográficos? ¿No se tienen presente las redes de canales conductores de aguas negras y lluvias? ¿No se respetan aquellas ‘presuntas quebraditas’ que ya no existen?
Las anteriores preguntas están relacionadas con el de por sí antiguo problema de viviendas construidas en zonas de alto riesgo, áreas potencialmente inundables, rondas de río, cerca de canales y en lugares con riesgo de deslizamientos en los tiempos de fuertes lluvias.
El Plan de Ordenamiento Territorial que es uno de los mecanismos usados para que haya unas normas y un comportamiento adecuado, debe de irse profundizando en su aplicación con planes parciales, por ejemplo, para la corrección de muchas de aquellas irregularidades surgidas del pasado.
En cuestiones de esta naturaleza hay que ir trabajando porque la reubicación es necesaria y la declaratoria de áreas no habitables también, en una decisión política que debiera empezarse a desarrollar por ciclos y a lo largo del tiempo, dentro de un plan que reordene la condición de los municipios afectados por esa clase de problemas que se hacen notorios cuando llegan los aguaceros.
Debería trazarse una estrategia con el respaldo financiero y técnico nacional para relocalizar a los damnificados del invierno que siguen sin una solución, en Cúcuta y otras localidades del departamento, pero aplicando fuertemente las normas y prohibiendo que las áreas señaladas de peligro vuelvan a ser habitadas, con el fin de ir solucionando y tomando acciones para que esto no se repita.
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