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Editorial
Incultura en dos ruedas
Es que hay una sensación entre los habitantes del área metropolitana de Cúcuta sobre una falta de autoridad frente a los desmanes y comportamientos inapropiados de muchos motociclistas, en especial de aquellos que hacen los piques ilegales.
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Jueves, 31 de Octubre de 2024

Como si fueran dueños de las calles están actuando los motorizados que en inmensos grupos de aquellos que practican piques hacen de las suyas en Cúcuta, pero que mirando los medios de comunicación y las redes sociales hacen lo mismo en Bogotá, Bucaramanga y otras ciudades colombianas.

El 19 de octubre en la noche centenares de motociclistas, todos acompañados por mujeres en su mayoría jóvenes que iban de  parrilleras, se tomaron el carril de la Avenida Cero que conduce hacia el puente Francisco de Paula Andrade Troconis.

Ahí permanecieron un largo rato haciendo sonar las motos como si fueran disparos de armas de fuego e impidiéndoles el paso a los conductores de carros y de otras motos que no iban con ellos.

Luego la caravana del desorden se tomó un trayecto de la avenida Los Libertadores para terminar en lotes cercanos a Prados del Este por el  Anillo Vial Oriental, en una ensordecedora parranda hasta el amanecer.

Si eso ocurrió en un día que se presume no había nada que celebrar, ¿qué le espera a la ciudad en este puente festivo que conecta con la fiesta del Halloween? 

Es que hay una sensación  entre  los habitantes del área metropolitana de Cúcuta sobre una falta de autoridad frente a los desmanes y comportamientos inapropiados de muchos motociclistas, en especial de aquellos que hacen los piques ilegales.

Nadie entiende la razón por la cual ese mecanismo para arreglar la moto y hacerla sonar como si fuera un arma de fuego por qué no recibe el castigo respectivo por los organismos  de tránsito de los  municipios metropolitanos, especialmente Cúcuta, Los Patios y Villa del Rosario que es donde mayormente se presenta esta situación.

Es decir, que les apliquen los  comparendos respectivos y les hagan cumplir la ley como le corresponde hacerlo a cualquier ciudadano, en el entendido que así como se exigen derechos, en la misma medida hay que acatar los deberes para una debida convivencia.

Pero algo mucho más evidente que se aprecia en este tipo concentraciones, es la ausencia de un elemento esencial para la protección de la vida de quienes se transportan ese tipo de vehículos, como es el casco.

¿Es que ir en grupo les da una especie de patente de corso para que se pasen por la faja el Código de Tránsito e inciten con esto a un desacato generalizado a las normas preventivas y restrictivas en esa materia en la región?

En la búsqueda de una ciudad organizada la movilidad y los actores viales tienen que ser metidos en cintura para evitar esta clase de desafueros, por ejemplo, y hacer que todos respeten la normatividad y que la autoridad se haga sentir con la aplicación de los códigos, puesto que en casos como los mencionados también están de por medio la salud y la vida de muchas personas.

Olvidan quienes hacen parte de esos grupos de motorizados que van en masa y usan los piques para hacerse notar por su presunta agilidad, que violan los derechos a la tranquilidad de otros y que arriesgan sus propias vidas, que en urbes como la nuestra un ciudadano también tiene responsabildades éticas, culturales, medioambientales y de comportamiento en comunidad que debe desarrollar y acatar.

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