La microxenofobia y el matoneo escolar son hechos que no nacen en el aula sino en el hogar, porque los niños, niñas y adolescentes la mayoría de las veces replican lo que aprenden en casa de sus padres o adultos mayores.
Entonces se encuentra que el meollo de la situación está en el núcleo esencial de la sociedad como lo es la familia, en donde deben enfocarse las acciones para que comportamientos y actuaciones de xenofobia y de hostigamiento disminuyan realmente.
Como en muchos otros ámbitos de la vida local, los estudios deben trascender hacia el espacio de las ejecutorias concretas luego de servir de base para que se tomen determinaciones que ayuden a superar los problemas detectados.
Preocupante lo detectado por el análisis de las universidades del Rosario y de Toronto (Canadá) que en La Guajira y Cúcuta, exista la denominada microxenofobia en los ambientes escolares contra los niños venezolanos que estudian en esas regiones de frontera.
Se pensaría que la cercanía con Venezuela y la permanente convivencia que hay entre los dos pueblos situados a ambos lados no generarían mayores síntomas xenófobos y más en áreas tan sensibles como las escuelas y los colegios. Pero ese delicado síntoma hay que conjurarlo, porque de lo contrario es permitir que se vayan acumulando situaciones discriminatorias que a la postre terminan degenerando en problemas más graves.
Ese documento debe ser objeto de una detallada evaluación en las secretarías de Educación del departamento y del municipio porque la ciudad ni la región pueden llegar a caer en la generalización de ese tipo de comportamientos hacia los menores que cruzan el Táchira para venir a estudiar aquí o contra los niños migrantes que junto con sus familias hacen vida en esta parte del territorio colombiano.
Sin duda alguna que debe haber un llamado a la toma de conciencia por parte de los padres de familia para evitar caer en esa clase de comentarios contra la población migrante que después se replican en las instituciones educativas.
En eso hay que trabajar desde diversas entidades, incluso con la cooperación de las organizaciones internacionales que tienen que ver con las migraciones, para hacer campañas especiales conducentes a impedir que se registren casos como los enumerados.
Al tener en Norte de Santander a 329.475 refugiados que salieron del vecino país por las dificultades políticas, económicas y sociales, de los cuales 213.991 se encuentran en Cúcuta, hay que profundizar hacia la integración y la convivencia adecuada.
Pero además, una encuesta del DANE reveló que el 80,6 por ciento de los migrantes venezolanos piensa quedarse en Colombia, razón de más para que se avance en los métodos para alcanzar la llamada “integración efectiva” que sigue enfrentando desafíos.
Entonces, dicha labor educativa, preventiva y psicosocial hay que hacerla con las familias, los profesores y los alumnos, con el propósito de derribar la xenofobia en las aulas que afecta el bienestar emocional y social, que al final genera ambientes de exclusión y discriminación que pueden terminar provocando ambientes de violencia y de agresiones de toda índole.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion