Hemos asistido a innumerables decretos y normas que simplemente quedan convertidas en ‘rey de burlas’ o en una ventana abierta para la corrupción de doble vía. Por tal motivo hay dudas y suspicacia sobre si en realidad el decreto nacional que establece severas multas contra el uso de la pólvora servirá de algo.
Es que hay muchos ejemplos de que a veces dichas medidas no pasan de ser un tigre de papel al que nadie le teme ni le hace caso, como lamentablemente se observa con las también fuertes sanciones contra quienes conducen vehículos en estado de embriaguez.
Esta forma de actuar de numerosos conductores no ha disminuido. Los casos se siguen presentando, las multas se les aplican, les quitan las licencias y, sin embargo, otros continúan manejando alicorados como si nada pasara y desafiando la normatividad.
Ese comportamiento persiste, como si fuera una cuestión enfermiza, en la que no pocas veces se escucha decir: ‘yo manejo mejor con tragos que en sano juicio’.
En este campo, a las autoridades de Tránsito les correspondería empezar a solicitar un apoyo de las secretarías de salud para darle un manejo alterno desde el campo de la medicina y de la sicología, porque es obvio que incurrir en esos comportamientos van más allá de una simple copa de más, por los riesgos para la vida que eso implica.
Ahora queda por ver qué sucederá con la real aplicación del Decreto 2174 de 2023, sobre los controles y sanciones en todo lo relacionado con la pólvora que se utiliza en la época decembrina y que en esta oportunidad ya ha dejado a personas quemadas y hasta incluso amputadas y eso que todavía falta la Navidad y el Año Nuevo.
Tanta normatividad se ha expedido en torno a ese complejo y riesgoso problema en el que se ponen en peligro la salud, la integridad personal y la vida, que ya no causan ninguna sensación de alivio estas determinaciones tomadas por las autoridades competentes.
Cuánto se escucha y escribe que la venta de los juegos pirotécnicos está prohibida, pero uno se tropieza en cualquier calle con puestos de expendio. ¿Y, entonces?
Además, en las noches de novenas, son muchos los niños y adultos que utilizan estos artefactos y nadie lo puede negar, porque en las noches el cielo se ilumina con la pirotecnia acompañada por sus ruidosas detonaciones.
Desde el punto de logística podría decirse que se tendrían que poner ‘inspectores o vigilantes antipólvora’ en cada esquina, para cumplir una de las notificaciones consignadas en el acto administrativo.
Lo anterior surge al leerse esto: “De encontrarse a un niño usando, manipulando, transportando, comprando o vendiendo pólvora, le será incautado el producto, conducido y puesto a disposición de un defensor de familia o de la autoridad, que determinará las medidas de protección a adoptar”.
Claro que esto de las prohibiciones y controles a la elaboración, distribución manipulación de pólvora son indispensables y requieren el apoyo ciudadano, pero hay que hacerlas fáciles de aplicar y sin ninguna opción para la corrupción. De todas formas hay que reconocer que su uso ha disminuido notablemente si comparamos con hace 5 o 10 años.
Para ello, entonces las administraciones municipales en conjunto con la Policía, Bienestar Familiar, el Ministerio del Interior y la Fiscalía, por ejemplo, es necesario que creen las condiciones que hagan expedita la adopción de las decisiones consignadas en el decreto, con el propósito de que no se quede como un intento fallido más, para contener un explosivo mal como ese.
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