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Editorial
Por la paz y la seguridad
El simbolismo de lo ocurrido el 29 de octubre nos recuerda que la unión de los ciudadanos en momentos críticos es una manera de lanzar a los cuatro vientos que la muy noble, leal y valerosa Cúcuta le dice no al crimen.
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Miércoles, 30 de Octubre de 2024

El simbolismo de las camisas y globos blancos -como color representativo de la paz- que se tomó ayer varias calles principales de Cúcuta fue un mensaje directo para las bandas del crimen transnacional, los grupos armados organizados y el Gobierno nacional sobre el cansancio que hay en la región por la violenta escalada de inseguridad que la sacude.

La gente marchó ante la espantosa ocurrencia de tres masacres este año en la ciudad, y una cuarta en Villa del Rosario, que como capital departamental la han dejado marcada con un sangriento récord en el país. 

Los cucuteños salieron a esta  jornada cívica contra los violentos porque según las estadísticas de Medicina Legal entre enero-agosto los homicidios llegaron a 197, en tanto la Policía Metropolitana indicó que a menos de tres meses de concluir 2024 los asesinatos ya superan los 216.

Esta manifestación también puede interpretarse como una muestra clara del hastío contra la utilización del territorio cucuteño para el desarrollo de actividades de narcotráfico, testaferrato, lavado de dinero y de activos que  se volvieron el combustible alimentador de gran parte de la inseguridad que sacude a la ciudad.

Desde esa caminata también salió un mensaje esperanzador y motivador para la Policía, la Sijin, el Gaula, el Ejército y la Fiscalía de que cuentan con el apoyo ciudadano en su lucha contra las poderosas organizaciones del crimen que están disputándose el control de la rentas ilegales.

‘Una mano por la paz y la seguridad’ corresponde a un ámbito de la participación ciudadana para exteriorizar la unidad  y dejar de lado el miedo para notificarles a los criminales de toda clase que en la ciudad son más los buenos, que no hay cabida para el amedrentamiento y que la capital de Norte de Santander no se rendirá y  que entre todos superaremos esta crítica etapa.

Es aquí en este punto del simbólico acto, en el que aparecen los mensajes de mayor profundidad, en el sentido de que tampoco nos pueden dejar solos y que la paz, el reforzamiento de la seguridad, la aplicación de la ley y las inversiones, deben hacer parte de la fórmula para confrontar esta delicada situación.

Desde la calle se les reclamó al Eln y la disidencia de las Farc, que en Norte de Santander han desatado graves hechos violentos, que den realmente muestras de paz y no se levanten de la mesa hasta llegar a acuerdos.

Al Gobierno nacional, la marcha por la paz y seguridad le solicitó rescatar la ‘Paz Total’, consolidar las políticas de seguridad con enfoque especializado hacia esa criminalidad transnacional que se ha hecho fuerte aquí  y para desbaratar las organizaciones delincuenciales que azotan a la capital nortesantandereana, afectándola en los aspectos económicos y sociales.

Desde donde comienza Colombia, a la Casa de Nariño se le  planteó que haga una gran toma de Cúcuta y el área metropolitana con toda la institucionalidad para que la inyección de políticas y de recursos económicos nacionales para saldar esa especie de deuda del Estado con la región.

El simbolismo de lo ocurrido el 29 de octubre también nos recuerda que la unión de los ciudadanos, en momentos críticos como el actual, es una manera de lanzar a los cuatro vientos que la muy noble, leal y valerosa Cúcuta le dice no al crimen en sus múltiples facetas, y sí a la convivencia pacífica.

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