Ya sea por un sismo, un huracán o un tsunami, ninguna empresa u organización puede garantizar que mantendrá de forma permanente sus operaciones, a menos que cuente con un plan de respuesta rápida que le permita generar seguridad y confianza entre sus usuarios.
Una muestra de ello es lo que ha ocurrido en Turquía, luego de los dos sismos ocurridos el pasado 6 de febrero. Luego de 2 semanas de haber ocurrido, poco a poco termina la esperanza de rescatar personas atrapadas en los escombros, y se inicia la etapa de limpieza y del establecimiento de los mecanismos de recuperación de la economía local.
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Las autoridades estiman que el número de fallecimientos podría ubicarse entre los 75 mil y los 90 mil, con más de 11 mil edificios derrumbados y otros 50 mil con daños estructurales catastróficos, lo que se suma a los daños en la infraestructura productiva, a la generación de electricidad y la distribución de agua potable.
Para Turquía, la región devastada tiene una gran importancia económica para el país entero, ya que representaba el 9% del PIB, el 15% de la población, el 15% de la producción agrícola, el 9% de la industria y entre el 6% y el 8% del comercio exterior.
Frente a este escenario, ¿qué camino podrían seguir las empresas para poder mantener sus capacidades de negocio en situaciones límite?
“Una respuesta podría ser el estándar ISO 22301, Sistemas de Gestión para la continuidad de negocio”, aseguró William Vizcaíno, Director de Operaciones de NYCE en Colombia.
“Implementar y certificar a empresas y organizaciones con esta norma permite establecer un marco de referencia para enfrentar de mejor manera las contingencias, manteniendo sus operaciones en las circunstancias más difíciles e inesperadas, gracias a un análisis previo de riesgos en el que se contempla la protección de loscolaboradores, el mantenimiento de unabuena reputación y la capacidad de brindar productos y servicios de acuerdo con las circunstancias”, añadió el directivo.
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El estándar ISO 22301 permite generar lo que se conoce como la resiliencia, es decir, la capacidad de resistir los efectos de un incidente (resiliencia) así como prevenir o evitar los posibles escenarios originados por una situación de crisis, además de contemplar la interrupción de sus actividades en el peor de los casos, minimizando las consecuencias económicas.
Se contemplan actividades como la reducción de costos asociados con la interrupción del negocio, evitar penalizaciones por incumplimiento de contratos como proveedor de productos o servicios, además de disponer de una metodología estructurada para reanudar sus actividades después de una interrupción.
Lo mismo aplica para micro, pequeñas, medianas y grandes empresas, nacionales e internacionales, en las que cada uno de los planes de respuesta se adapta al giro y a las condiciones en las que se encuentra su organización.
“De esta manera, se busca aumentar su prestigio ante clientes y partes interesadas, aprovechando oportunidades en las circunstancias más complejas, ya que se cuenta con un plan de contingencia que podría mitigar los daños para la organización”, indicó William Vizcaíno.
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