En el vasto panorama de la actuación colombiana, pocos nombres resuenan con la fuerza y la versatilidad de Julián Arango. Con una carrera que se ha extendido por más de dos décadas, este bogotano ha logrado lo que pocos actores pueden presumir: hacer que el público ame a sus personajes, sin importar si son villanos, héroes o excéntricos creativos.
Desde sus inicios, Arango ha demostrado que lo suyo es un talento natural, casi instintivo. Sin haber pasado por las aulas formales de actuación, el actor se ha forjado a sí mismo en cada escenario, en cada set, puliendo una habilidad que parece haber sido concedida por el destino.
Para muchos, su habilidad de personificar a un villano hasta el punto de convertirlo en uno de los favoritos del público es casi un truco de magia. Es un don, un secreto que pocos poseen, y que Julián, de 55 años, ha perfeccionado a lo largo de su carrera.
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Un claro ejemplo de esto es su inolvidable actuación en ‘Betty, la fea’, donde su personaje, Hugo Lombardi, se convirtió en un ícono de la televisión.
Con su extravagante personalidad y sus filosos comentarios, Arango supo crear un personaje tan memorable que, a pesar de su temperamento difícil, se ganó el cariño del público.
Este mismo talento se ha visto reflejado en ‘El Cartel de los sapos’, donde dio vida a ‘Guadaña’, un personaje peligroso pero fascinante.
Actualmente, Julián, que también tiene un talento innato como comediante, con su show de humor ‘Juliánchou’, está de gira por el país, metiéndose en la piel de varios personajes, llevando a su público por un recorrido lleno de humor y observaciones agudas sobre la idiosincrasia colombiana, demostrando su inigualable habilidad para capturar los acentos y expresiones que definen a los cafeteros.
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La Opinión habló con Arango, y nos contó algunos detalles de su carrera.
¿Cuál ha sido el acento o dicho que más le ha sorprendido o divertido, al explorarlo en el escenario, y por qué?
No podría decir uno. El acento chocoano, el guajiro, el de Norte de Santander, los rolos, los paisas, los caleños, no creo que haya uno que me pueda sorprender más que el otro.
Y dichos hay muchos, ahorita hay uno, muy reciente, que me gusta que es ‘Coca-Cola mata tinto’ y ‘El que no hace los goles, los ve hacer’.
¿Cómo fue el proceso de adaptar a Hugo a la sensibilidad moderna, especialmente en un contexto donde lo políticamente correcto es un tema tan relevante?
Hugo Lombardi no le para bolas a nada que sea políticamente correcto, él no se traiciona, es como es y aunque a la gente no le guste, él dirá las cosas como son y del color que son.
Si pudiera vivir un día como uno de sus personajes, ¿cuál sería y qué haría primero?
Viviría como Joaquín Salavarrieta y libertaría América.
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Si su vida fuera una telenovela, ¿qué nombre le pondría y cuál sería el gran giro de la trama en la temporada final?
Mi telenovela se llamaría ‘La mamadera de gallo’ y al final moriría de la risa.
¿Qué es lo más vergonzoso que ha tenido que usar en escena, y cómo logró mantener la compostura?
Una licra, y lo manejé no pensando en eso. Pensé en otras cosas porque si no, no hubiera podido actuar.
¿Tiene algún ritual o manía antes de entrar en escena que sea tan raro que ni sus compañeros de reparto lo entienden?
Siempre me funciona ponerme audífonos y empezar a bailar. Antes de entrar a un escenario le dicen a uno ‘no llegó público’, ‘se cayó una luz’ o ‘el micrófono no funciona’, entonces me olvidó de eso, me pongo audífonos y a bailar, me dan la señal y entro.
Si pudiera cambiar el final de una serie en la que participó, ¿cuál sería y qué final alternativo le daría?
Le cambiaria el final a ‘El Inútil’ (2001), para que él quedara con el personaje de Ruddy Rodríguez (Rubiela Salcedo de Zapata).
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¿Qué es lo más extraño que un fan le ha dicho o hecho, y cómo reaccionó en ese momento?
Un niño una vez me dijo ‘Muchas gracias por hacernos reír en familia’.
¿Hay algún personaje que haya interpretado que sienta que tiene mucho en común con usted? ¿Cómo lo abordó desde su experiencia personal?
No me podría casar con solo uno, todos los personajes tienen algo que ver conmigo. De golpe, ‘El Inútil’ era un personaje que tenía mucha cercanía, no por lo inútil si no por su forma de ser. Pero no, no hay uno que yo diga, este se identifica mucho conmigo.
¿Qué papel ha sido el más desafiante hasta ahora y por qué?
El más desafiante ha sido el de Joaquín Salavarrieta, porque no podía improvisar, debía decir todo al pie de letra, tenía que tener un tono especial, como se hablaba en esa época, así me decía el director, y porque Sergio Cabrera era muy exigente conmigo. Pero, a la larga, los resultados fueron maravillosos.
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