Corría el año 48 del siglo pasado y las actividades en el departamento de Norte de Santander estaban tomando un auge inusitado por varias razones; la explotación petrolera en el Catatumbo venía incrementándose paulatinamente, pero con expectativas cada vez mayores dadas las circunstancias que en el mismo sentido se presentaban en el vecino país; en segundo lugar, se había desatado, con gran fervor, un movimiento expansionista de la economía debido en gran parte al desarrollo que se presentaba con ocasión de las políticas de reconstrucción de la destruida Europa, ahora que la guerra había terminado y las actividades cotidianas retomaban su curso normal.
Con la visión de negocios puesta en las oportunidades que se presentaban, cada vez, con mayor frecuencia en la llamada provincia huérfana y especialmente en su capital, la compañía aérea del momento, las renovadas Aerovías Nacionales de Colombia, Avianca, que desde principios de la década de los años cuarenta, venía implementando una agresiva propuesta comercial con la adquisición de sus nuevos aeroplanos DC-3 de la compañía Douglas y C-46 de la Curtiss, equipos que para la época se denominaban ‘pesados’, en comparación con las pequeñas aeronaves, muchos de ellos hidroaviones que compensaban la inversión que debía hacerse en pistas de aterrizaje, demasiado costosas para la época.
Sin embargo, superado el conflicto mundial, muchos de esos aviones quedaron disponibles para ser utilizados en transporte civil, tanto de pasajeros como de mercancías, especialmente en los Estados Unidos, donde por las distancias y las necesidades de aprovechamiento del tiempo, fueron una gran competencia para los ya muy desarrollados ferrocarriles.
Para mayo de 1948, Avianca, en cabeza de su presidente Jorge Restrepo Hoyos, decidió expandir sus operaciones a esta región del oriente colombiano, en vista de las excelentes perspectivas que se le auguraban y de las reiteradas solicitudes para establecer una conexión entre la capital nortesantandereana y los destinos más solicitados de entonces.
Uno de ellos era la capital de la provincia de occidente, particularmente porque no había un camino expedito que permitiera unir estas dos ciudades y además, por la importancia que estaba tomando esa ciudad como centro de las operaciones que las poblaciones vecinas requerían para unirse con la costa caribe. El fracaso reiterado de unir las dos ciudades (Cúcuta y Ocaña) con proyectos carreteables o férreos; recordemos que una de las líneas proyectadas del Ferrocarril de Cúcuta, era precisamente la de occidente, que tenía como objetivo primordial enlazar a Cúcuta con el río Magdalena a la altura de Gamarra, en el entonces departamento del Magdalena. Incluso en el año 29 se expidió la Ley 69, que buscaba esa unión, ya no con carreteras o con trenes, que habían fracasado desde su misma concepción, sino mediante un cable o ‘funicular aéreo’, toda una novedad, pero del cual solamente alcanzaron a construirse 47 kilómetros entre el puerto fluvial de Gamarra y la ciudad de Ocaña.
Sin duda, fue una prodigiosa obra de ingeniería que duró cerca de 20 años y que sirvió de reemplazo a los intrincados caminos de herradura que databan de la época precolombina y desplazó a los famosos arrieros y su transporte mular por modernas vagonetas de pasajeros y carga, que por la velocidad de su desplazamiento y su comodidad relegó al olvido, las recuas de mulas, toda vez que redujeron considerablemente el tiempo y la distancia entre ambos puntos.
La construcción de la carretera entre Gamarra y Ocaña decretó la desaparición del Cable Aéreo y en vista de esta situación, nacía la oportunidad que le era otorgada, esta vez al transporte aéreo y ya para el mes de mayo del 48, sin que hubiera desaparecido completamente el servicio del cable aéreo, Avianca había construido, lo que podríamos decir, era un moderno aeropuerto en la región, no exactamente en la ciudad de Ocaña pero si para su servicio, circunstancia común y frecuente en muchas ciudades del mundo donde la localización de los aeropuertos se decide por razones técnicas más que sociales o políticas. Así pues, el aeropuerto de Ocaña se construyó en el municipio de Aguachica.
La obra consideró todas las especificaciones técnicas del momento, ciñéndose a los rigurosos preceptos de la técnica y poniendo en práctica todos los adelantos en materia de ingeniería aeronáutica, así pues Avianca no escatimó esfuerzos ni recursos para construir una pista de 1.300 metros, una extensión adecuada para los equipos que se tenían en ese tiempo, que por sus características de peso, longitud y envergadura, era más que suficiente, además de considerar las posibles contingencias para el futuro, como eran las impuestas por el desarrollo aéreo que se esperaba, dadas las buenas proyecciones que se concebían para la región.
Desde el mismo día 19 de mayo, el gerente regional de la empresa aérea en la ciudad, don Germán Calle en compañía del Jefe de Propaganda local Jorge de Brigard, anunciaron el programa de actividades propuesto y cursaron las invitaciones respectivas a todos los miembros de la prensa y a las autoridades representativas, así como a las personalidades más destacadas de la ciudad. En uno de los más modernos aviones adquiridos recientemente, se trasladaron de la capital de la república, en compañía del presidente de la empresa aérea, los doctores Oliverio Perry y Luis Buenahora y una vez en esta ciudad embarcaron a los invitados, periodistas Eleazar Pérez Peñuela, a don José Manuel Villalobos, director del diario Comentarios y a Luis Eduardo García Carvajalino quien representaba los intereses del diario Sagitario, pues su director se había excusado de asistir por razones personales. Los acompañaban, también como invitados de honor, los doctores Virgilio Barco y Manuel Guzmán Prada, así como los secretarios departamentales de Hacienda y Obras Públicas y don Luciano Jaramillo en representación de los empresarios.
Oficialmente, la inauguración se llevó a cabo el día 21 de mayo y la bendición inicial estuvo a cargo del obispo de Pamplona, quien se encontraba desde hacía varios días en esa ciudad. En presencia de los más distinguidos elementos del comercio, las finanzas y el periodismo, así como los altos funcionarios de la empresa aérea y luego de los discursos de rigor se procedió al coctel inaugural en las instalaciones del nuevo aeropuerto, para luego regresar a sus ciudades de origen, con escala en la ciudad de Cúcuta.
A partir de ese día Avianca difundió la información sobre el nuevo aeropuerto en los principales periódicos del país, así como las frecuencias, los itinerarios y las promociones inaugurales. Se programaron 8 vuelos semanales ida y vuelta a Bogotá con conexión a Ocaña y Gamarra utilizando el moderno aeropuerto Totumal, así como conexiones inmediatas a las principales ciudades del país. Se anunciaba un incremento a seis frecuencias semanales en los servicios al río Magdalena, así como la mejora notable en las conexiones a las principales ciudades de la Costa Atlántica. La promoción más destacada era el descuento que se les otorgaba a quienes compraran los tiquetes ‘redondos’ es decir, los de ida y regreso.