De las hipótesis que la Policía estaría manejando sobre el asesinato de Franklin Arístides Arrieta Torres, sería que al joven lo habrían citado al barrio Colombia Uno y después de conversar con una persona, le propinaron varios disparos.
Arrieta Torres, de 23 años, habría llegado al quiosco ubicado en la avenida 10a con calle 20, encontrándose con un extraño. Luego de cruzar unas palabras, sin dejar que Franklin se bajara de la moto en la que llegó, lo baleó. Tres disparos recibió el hombre.
La comunidad, temerosa de lo que había escuchado, salió y se encontró con el cuerpo del hombre tendido en el piso, chorreando sangre.
Con miedo y asombro, rápidamente informaron a la Policía que arribó al lugar. Los uniformados, al percatarse que el hombre aún tenía signos vitales, lo trasladaron al Policlínico de Atalaya, donde intentaron reanimarlo, sin embargo, pese al esfuerzo médico, minutos después murió.
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Nadie sabía quién era
En ese sector, mientras los vecinos asomaban sus cabezas por las ventanas y puertas, curiosos por la escena del crimen, comentaban que se les hacia extraño la presencia del joven en el lugar.
“Es muy impactante que maten a alguien y más a un joven. A él nunca lo habíamos visto por acá, solo cuando lo encontramos tirado en el piso”, dijo una vecina miedosa.
En ese sector, que es de difícil acceso y complejo en materia de seguridad, ninguno sabía con claridad qué había sucedido.
El miedo de hablar se sentía de lejos. A pesar de seguir el impulso de la curiosidad, la comunidad de ese barrio de la comuna 7, prefería guardar silencio y solo se centraban en mirar, mientras la Brinho hacia la inspección técnica de la escena.
Luego, los investigadores levantaron la motocicleta Yamaha XTZ, azul, de placa TX678G en la que llegó el joven y que quedó tirada en la polvorienta calle.
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Momentos de dolor
Tras escuchar que en el barrio Colombia Uno habían asesinado a un joven, la hermana de Franklin llegó preguntando: “¿Por acá fue donde hirieron a un hombre?, dígame que todavía está herido, por favor”.
Mientras los uniformados de la Policía se acercaban intentando calmarla, la mujer buscaba que alguien le dijera dónde estaba su hermano. Luego de que le manifestaran que él había sido llevado al Policlínico de Atalaya, rápidamente se subió en la moto con el hombre que llegó y se fueron para el centro asistencial, donde recibieron la fatal noticia: el joven había muerto.
Justamente, la mujer llegó cuando hombres de la Brinho subían el cuerpo de su hermano a un carro fúnebre. Su rostro se perdía entre las muestras de dolor, tirándose al piso y rompiendo en llanto, esperando que esa tragedia solo fuera mentira.
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