Como lo hacía a diario, Wilman Antonio Estaba Noruega salió ayer, a las 4:30 de la mañana de su casa, en la parte alta de San Gerardo con dirección a la cancha de tierra del barrio en la vía a San Faustino en donde esperaría un cargamento de carne de contrabando para venderla a varios carniceros de la capital nortesantandereana.
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Sin embargo murió en esa espera, pues una hora después de haber llegado, dos hombres lo ultimaron con un solo tiro frente a varios comerciantes.
Después del disparo, el caos se apoderó de este sector y mientras la sangre de la víctima se abría paso por la tierra en donde se desplomó, algunos familiares que también trabajaban por los alrededores se acercaron para conocer quién era el desafortunado hombre. Pero al ver que era su familiar, de inmediato buscaron un taxi y lo trasladaron a un centro asistencial.
Las autoridades, que fueron alertadas minutos más tarde del hecho, según testigos, tardaron dos horas en llegar. Los asesinos que escaparon a pie de la cancha de tierra fueron reconocidos por algunas personas, pero todavía no han sido capturados.
La única bala que recibió ‘El Negro’, como era conocido por sus allegados, fue en la cabeza y aunque lo llevaron con prontitud al Hospital Universitario Erasmo Meoz (HUEM), llegó sin signos vitales.
Entre las cortas expresiones de sus familiares y allegados acerca del hecho, quienes arribaron horas más tarde a la URI de la Fiscalía para que les entregaran el cuerpo de la víctima, existían muchas incógnitas porque no estaba amenazado.
“No sabemos qué pasó, trabajo en una empresa de plásticos cerca al lugar donde sucedió el homicidio y había entrado hacía poco tiempo cuando me vienen a buscar diciéndome que dos muchachos fueron caminando hasta donde Wilman, uno de ellos sacó un arma, le disparó en la cabeza y huyeron hacia la parte alta de San Gerardo, en las invasiones”, explicó una familiar.
Los allegados resaltaron que no han tenido inconvenientes en los dos años que llevan viviendo en San Gerardo y la víctima era conocida por tener una buena relación con la mayoría de los vecinos.
“Era una persona altamente trabajadora y eso se lo enseñó a sus tres hijos que, como él, trabajaban con la carne que llegaba de Ureña. Ellos lo suelen acompañar, pero justo ese día ninguno de ellos bajó con él, los delincuentes se aprovecharon de que estaba solo”, sostuvo entre lágrimas la allegada.
La víctima, tenía 44 años, tres hijos y cinco nietos. Antes de trabajar en la venta de carnes en Cúcuta fue pescador en la ciudad de Margarita, en Venezuela.