Entrar a la sala de producción de la cafetería Las Delicias de la Niña María, es percibir la mezcla del dulce, el ácido de las frutas y lo sueva de la harina, mientras se confunde con las risas de las ocho mujeres amas de casa, que con su actitud demuestran el deseo por aprender de panadería, repostería y comidas rápidas.
El curso es una obra social que nació en 2021 por parte de la Fundación Pía Autónoma Asilo Andresen, para las madres migrantes venezolanas y retornadas colombianas que quieren emprender en la ciudad.
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Deysi Mogollón, una madre migrante, es ejemplo de ello. En 2017 su vida dio un giro completo. Ella era administradora de empresas en Venezuela, tenía a su cargo tres panaderías, donde debía estar al frente de la producción, el control de calidad y demás cargos financieros. Tenía una vida solida junto con sus dos hijos y esposo.
Sin embargo todo cambió cuando las ventas empezaron bajar, los insumos no se conseguían y ya no había materia prima. Esto la obligó a migrar junto con su familia.
Primero fue él quien volvió a su país de origen. Después de seis meses, donde había consolidado un trabajo le pidió a Deysi que emprendiera camino hacia donde él estaba.
Llegando a Cúcuta, su próximo destino era Bogotá. Allí, su esposo logró adaptarse, pero a ella se le complicó. Pese a que intentó buscar trabajo, entregando hojas de vida donde mostraba su larga experiencia, la respuesta que le daban era “Nosotros la llamamos”. Pero lo cierto fue que nadie la volvió a contactar.
Tras durar un año en la ciudad capital, decidieron devolverse para Cúcuta, donde ella esperaba conseguir empleo.
En la ciudad, ya había escuchado del Asilo, además vivía a unas cuadras.
Un día decidió preguntar si era posible que aceptaran a su hijo, en ese entonces, sobre el 2019, la fundación estaba dedicada a recibir a los niños y niñas, educándolos en diferentes jornadas. Para esa fecha empezaban a proponer estrategias para buscar ayudas económicas que permitieran solventar sus necesidades.
Mientras que su hijo hacía parte del programa y ella asistía a las reuniones y actividades con los padres de familia, conoció del curso.
Sin embargo tardó en ingresar. En el 2021, cuando volvió a sus actividades dejando de lado la pandemia, la mujer intentó acceder pero ya no había cupos. Tiempo después volvió a insistir y fue aceptada, pero le dio Covid.
Por esto, esperó más tiempo, cuando en el tercer intento de inscripción lo logró.
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Durante los meses de formación y aunque había administrado unas panaderías, nunca había trabajado haciendo pan, por lo que todo era nuevo, pero aprendió.
“El curso es muy amplio, no solo nos enseñan a hacer pan, también aprendemos de repostería, almuerzos, emplatados, cómo presentarlos. Además cómo manipular la materia prima, entre otras cosas”, asegura Deysi.
Evidenciando su amor por lo aprendido, se convirtió en una de las bases principales para la continuidad del aprendizaje de otras madres. Ahora es jefa de producción y la encargada, igualmente, de cubrir las tareas cuando el chef no puede estar.
Además está agradecida, porque como ella muchas más ahora están emprendiendo con lo que el curso les enseño por meses.
Las Delicias de la Niña María
Cuando abrieron sus puertas, nuevamente, la disposición de ayudar a las familias migrantes se vio en su voluntad de enseñar desde este arte.
Inicialmente, los productos que producían durante sus formaciones eran vendidos en cada una de las iglesias que hacen parte de la diócesis de Cúcuta, y con eso ayudaban económicamente al asilo y a los aprendices.
Mientras tanto, cuando los padres y madres se dedicaban a aprender, sus hijos se disponían a hacer parte de clases y asesorías en el interior del asilo. Esto como forma de contribuir en el fortalecimiento de la educación a partir de actividades pedagógicas y de alimentación.
El 2 de julio 2022, inauguraron la cafetería Las Delicias de la Niña María, ubicada en la esquina de la calle 18 con avenida 3. El nombre nace por la protectora de los niños, la niña María, con la que se identifican los pequeños.
Hoy en día tiene 40 mujeres formándose en el curso de panadería, repostería y comidas rápidas, que anteriormente duraba tres meses, pero que ahora se ha extendido para que las madres mientras estudian puedan trabajar y no desertar del aprendizaje que un futuro les permitirá emprender.
El espacio de producción
Dentro del Asilo, con ayuda de donaciones, lograron establecer un espacio con todo el equipamiento necesario: cocinas, hornos, mesas, moldes, neveras y utensilios, para el desarrollo de las preparaciones.
Las actividades comienzan a las 7:30 de la mañana, cuando llegan todos los aprendices con sus hijos.
Una a una empiezan a revisar las recetas para el día. Dentro de ello, analizan las cantidades a producir.
La panadería de convirtió en un espacio para exhibir lo que han sido capaces de crear con el tiempo, resaltando que gracias a estos espacios se pueden hacer grandes proyectos, formar grandes personas que sueñan con crecer desde lo aprendido, lo que se traduce en especialidades como la torta de chocolate o de vino, las galletas de avena y el emparedado de pollo.
La Fundación Asilo Andresen
En 1907 el asilo comenzó su obra, con la iniciativa del danés Cristian Andresen Moller y la cucuteña Teresa Briceño de Andresen, quienes tuvieron la iniciativa de adaptar el lugar ubicado hoy en la calle 18 con avenida 4, donde pudieran acoger a los niños y niñas que habían quedado huérfanos después de la Guerra de los Mil Días.
Con el tiempo, las hermanas de la caridad formaron parte de este espacio, pero a partir de 2017 lo dejaron en manos de la diócesis de Cúcuta, debido a que así estaba estipulado en la memoria de su creadora, Teresa Briceño de Andresen.
No obstante, nunca dejaron su horizonte de continuar brindando la acogida de los niños y niñas de la ciudad, no como un hogar de paso, pero sí como un lugar de cuidado y aprendizaje.
“Como se empezó a vivir la crisis humanitaria, la diócesis abrió todos los espacios de caridad al servicio de la situación. Aquí durante la crisis humanitaria entre 2018 y 2019 se logró atender a 300 niños diarios”, dijo el director del asilo, José Elver Rojas Herrera.
En 2019, con el objetivo de continuar con la labor de cuidar a los niños y niñas más vulnerables de la ciudad, pensaron en aprovechar los espacios para mantenerse.
Dentro de las instalaciones de la fundación pensaron en adecuar un punto dentro del hogar para una cocina donde pudieran seguir produciendo pan, como lo hacían las hermanas.
Más adelante creyeron que era importante formar en este arte a madres cabeza de hogar migrantes y retornadas, mientras en el interior del asilo cuidan a los niños esperando la hora de clase en los colegios, de acuerdo a cada jornada.
Hasta la fecha hay más de 110 niños que hacen parte de la fundación.
“A los niños se les brinda desayuno, refrigerio, almuerzo y media tarde. Son de jornada alterna, los que estudian en la tarde llegan a las 7:00 de la mañana y nosotros los preparamos para que a medio día se vayan listos a estudiar. Los que estaban estudiando en la mañana llegan a las 12:30 del mediodía para almorzar y después recibir acompañamiento lúdico pedagógico y refuerzo de tareas”, reitera el director de la fundación.
Con esto, aunque en un futuro los pequeños no recuerden las caras de quienes los cuidaron, posiblemente recordarán que existió un lugar donde los recibieron junto con sus mamás.
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Donaciones
La alimentación de los niños sale de la venta de pan, del Banco Diocesano de Alimentos de la Diócesis y de las donaciones.
Con el paso del tiempo, las donaciones que recibe el Asilo han disminuido. Sin embargo, continúan manteniéndose desde la panadería y quienes aún dan sus aportes con comida, útiles e implementos que hagan falta para los niños y las madres que están en el curso.
Asimismo, Martha León Díaz coordinadora de la fundación y la obra, invita a que las personas y empresas se unan a la obra con las diferentes donaciones, como por ejemplo apoyar facilitando un practicante, es decir que la institución tenga convenio con el asilo, pero que la empresa se encargue de cubrir lo que se le deba remunerar económicamente al estudiante, sería una ayuda maravillosa.
Además, al donar alimentos o efectivo, la fundación les entrega un certificado que les permitirá reducir sus impuestos.
Asimismo, quienes deseen ser voluntarios, aportar de su tiempo a compartir con los niños, se considera con un valor agregado de solidaridad que les permitirá ayudar al asilo. Entre otras donaciones que puedan hacer los feligreses y personas que comprenden en la cafetería o deseen donar alimentos, ropa o útiles, para que contribuyan con el sueño de seguir creciendo y ayudando a más niños y niñas vulnerables de la ciudad.
Próximamente, el asilo abrirá un nuevo punto de la cafetería en la calle 11 entre avenidas 1 y 2, donde esperan contar con el apoyo de las personas que deseen continuar ayudando a más niños desde esta obra.
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