Muchos fieles
Según un periodista de la AFP, la mezquita estaba repleta de gente cuando se produjeron las explosiones, y al menos 15 ambulancias acudieron al lugar.
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Imágenes difundidas en las redes sociales, cuya autenticidad no pudo ser verificada de inmediato, mostraban cuerpos que yacían en el suelo de la mezquita Fatemieh.
El viernes, el Estado Islámico-Khorasan (EI-K) reivindicó un atentado contra una mezquita chiita de Kunduz que dejó al menos 60 muertos. Se trató del ataque más mortífero perpetrado desde que las tropas estadounidenses abandonaran el país, el 30 de agosto.
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El EI-K es rival del movimiento islamista de los talibanes aunque ambos sean sunitas. Según la compañía de análisis de conflicto ExTrac, con sede en el Reino Unido, el del viernes sería el primer ataque del EI-K en Kandahar.
Los talibanes, que tienen su propio historial de persecución de los chiitas, regresaron al poder en Afganistán el 15 de agosto y, desde entonces, han hecho de la seguridad su prioridad, después de veinte años de guerra.
Los chiitas representan cerca del 10% de la población afgana. Muchos de ellos son hazaras, un grupo étnico que ha sido perseguido por décadas en el país.
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