Luego de las denuncias de un presunto robo de las elecciones presidenciales en Venezuela, el senador David Luna, del Cambio Radical, abría los titulares con una advertencia de moción de censura al ministro de Relaciones Exteriores, Luis Gilberto Murillo, si aceptaba los resultados de dichos comisios.
La tensión continuó luego de la abstención de Colombia de apoyar la resolución de la OEA que exigía publicar las actas de cada una de las mesas de votación en Venezuela. Sobre esto, y cómo afecta la paz en las regiones.
Sobre elecciones en Venezuela
“Las elecciones de Venezuela se las robaron y se las robaron a mano armada. Evidentemente, el sistema de conteo venezolano está basado en tecnología y en una tecnología sólida, pero detrás de los algoritmos están los seres humanos y quienes manejaron esos algoritmos son personas sin principios, sin valores, y cometieron el delito de un robo democrático sin precedentes. Eso se lo conecto con que la sociedad colombiana, además de preocuparse por Venezuela, tiene que preocuparse por la autonomía y por la independencia de nuestro sistema electoral. Nuestro sistema electoral, hoy, es un sistema muy sólido, autónomo, que creo yo ha funcionado de manera impecable a tal punto que eligió a Petro como representante, senador, alcalde y presidente.
La pregunta es hoy ¿por qué a Petro no le gusta? Y la respuesta es muy sencilla: porque no lo controla y por eso, hace menos de seis meses, le hizo un encontrón a la organización electoral a través de la Superintendencia de Industria y Comercio para penetrar, porque él sabe perfectamente que si se quiere mantener en el poder después de aprobar su reelección, pues la cereza del pastel es controlar el sistema electoral.
Los pronunciamientos del canciller Murillo no fueron nada distinto que la pavimentación de lo que iba a venir dos días después: quedar bien con Dios y con el diablo diciendo que pedían un reconteo, pero finalmente no lo materializó con la abstención del voto de la OEA.
Lamentablemente, las mociones de censura no han tenido el efecto que uno esperaría porque algunos congresistas son de los llamados partidos bisagra, o sea, que no votaron por Petro pero que están en el gobierno con Petro, terminan no respaldando las mociones. Lo que hay que hacer es seguir ejerciendo una presión social muy dura, porque esto tiene un efecto contundente y es, evidentemente, el éxodo de venezolanos que en la primera crisis fue de 2.5 millones y que en este puede llegar a ser fácilmente del doble”.
Aunque los pronunciamientos del presidente fueron contradictorios, ¿no cree usted que precisamente se abstuvo de votar cuidando los migrantes venezolanos? Tenemos una frontera con el país.
No, no creo. El problema de migración lo tenemos, lo enfrentamos y no lo hemos superado a tal punto que el sistema de salud y el sistema educativo están literalmente colapsados, pero estamos haciendo un esfuerzo para lograr enfrentar algo que es mínimo desde el punto de vista de derechos humanos, que es la atención de los hermanos venezolanos, y el gobierno colombiano y el pueblo en general lo seguirá haciendo. A Maduro eso es lo que menos le importa. A Maduro no le importa la gente y mucho menos la gente que se va del país. A Maduro lo que le importa son los negocios, enriquecerse y, por supuesto, llevar al país a la violencia absoluta para generar miedo y para demostrar poder.
Entonces, a mí me parece que ese posible análisis del presidente Petro, pues no tiene ningún tipo de sentido. ¿Cómo tomó posición con Venezuela o cómo tomó posición con Argentina para hablar de izquierda y derecha? Cuando pasaron las elecciones en Bolivia, a los 15 minutos habló Petro y cuando pasaron en Argentina, a los 20 minutos. Con Venezuela, callado.
Eso es porque no tenía una intención distinta a acompañar el resultado fraudulento.Y en segundo lugar, yo sí creo que el presidente Petro está en el ejercicio de ver cómo logra torcer la Constitución para reelegirse. Yo le dejé de creer hace mucho rato al presidente Petro.
Ayer el ministro Cristo decía que los colombianos pueden tener la tranquilidad de que la institucionalidad, la democracia y la Constitución no se van a tocar ni ahora ni dentro de dos años. Usted compartió gabinete con el ministro. ¿No le cree tampoco a Cristo?
El ministro Cristo creo que es un hombre de Estado y creo que seguramente va a tener una pugnacidad futura. Él no puede tener tranquilidad. Al ministro Cristo, en cualquier instante, el presidente lo saca del gabinete o lo que es más complicado, el ministro Cristo, en cualquier instante cuando el presidente determine desconocer alguna de sus afirmaciones, creo yo tendrá el valor cívico de renunciar.
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Yo creo en la palabra del ministro Cristo, pero creo que va a tener muchos problemas. Son muy arriesgadas sus aseveraciones, me parece un político avezado.
Lo que hay que preguntar al ministro Cristo es si él está de acuerdo con un acuerdo de punto final para el perdón y olvido respecto al ELN, respecto al Clan del Golfo, pero fundamentalmente si él, habiendo sido un gran defensor del acuerdo de paz con las FARC como lo fui yo, si él está de acuerdo con que el señor Iván Márquez y la Segunda Marquetalia tengan una segunda oportunidad en lo que hace referencia a la negociación sabiendo que incumplieron el acuerdo y hoy tienen la responsabilidad de presentarse a la justicia ordinaria.
Sobre la Paz, muchos líderes políticos, entre ellos presidentes de partidos, ministros y senadores, han reconocido la Autonomía Regional como una fuerza para avanzar hacia la Paz. ¿Cuál es su postura sobre la decentralización?
En un momento, el sustento para el centralismo era que las regiones se roban la plata. El contraargumento es: ¿en Bogotá no se la roban?. Yo sí creo que vivimos un mundo político totalmente distinto. Hoy hay ciudadanos y medios de comunicación más fuertes. Debemos regresar, por lo menos, a lo que la Constitución planteó inicialmente para lograr que verdaderamente dentro de un país unitario haya, por supuesto, más autonomía regional.
La autonomía, desde el punto de vista de transferencias, más allá de la educación, de la salud y del agua potable en alguna medida, tiene que regresar a las regiones. Eso que se ve en Bogotá, y yo lo viví como ministro, de los alcaldes haciendo cola para que uno pueda ayudarles a cofinanciar unos proyectos, no tiene ningún tipo de sentido. Ahí hay un gran pendiente de la Constitución del 91.
Con información de El Universal
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