Hoy en día, tener un carro se ha convertido en casi una necesidad para muchos cucuteños que todos los días deben movilizarse de un lugar a otro para trabajar, estudiar y hacer un sinnúmero de tareas.
Y es que, lo que ahora se considera como un bien que cualquier persona podría comprar, si está en la capacidad de su bolsillo, antes era visto como una atracción turística.
Pero alguna vez se ha preguntado, ¿cómo llegó el primer automóvil a la capital nortesantandereana? Primero, le contamos que al país los carros fueron llegando lentamente por regiones, siendo el 19 de octubre de 1899, el día en que el primer automóvil pisó tierras colombianas.
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Pero en Norte de Santander, los ciudadanos tuvieron que esperar varios años después de este hecho, para conocer en vivo y en directo un carro y subirse en él.
El gran día
El 19 de agosto de 1912 se estrenó en Cúcuta el primer carro, un Ford traído por el italiano Enrique Raffo, que por esa época residía en una casa ubicada en la calle 14 con la avenida 4.
Y según se cuenta en algunos registros históricos, el vehículo fue traído desarmado por Maracaibo y embarcado en ferrocarril en Puerto Villamizar, rumbo a Cúcuta, donde al parecer él mismo lo armó y puso al servicio de la comunidad.
El Ford, que causó sensación entre los cucuteños, era conocido por muchos como “tres patadas”, ya que tenía tres pedales, uno para ponerlo en movimiento acelerado con una palanqueta junto al volante, otro para frenar y un último para retroceder.
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¡El negocio resultó!
Raffo ofreció a los cucuteños por un módico precio la oportunidad de disfrutar “de los adelantos del mundo”.
Es así como hizo una ruta en la que se cobraba cierta suma de dinero por hacer el recorrido, que iniciaba en la esquina de la calle 11 con avenida 4 y abarcaba 7 cuadras en línea recta hasta llegar a la esquina del Asilo Andresen (Avenida 4 con calle 18) en el barrio La Cabrera.
Luego la ruta continuó hasta el puente San Rafael y se convirtió en una agradable novedad que incluso llegó a ser un atracción turística.
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Había reglas
Al estar al servicio de los ciudadanos, también se establecieron unas reglas para procurar un buen servicio y que el carro se mantuviera en las mejores condiciones.
Esto era lo que se debía tener en cuenta:
- Estaba prohibido hablar con el conductor
- No estaban permitidas las paradas intermedias
- El pasaje costaba $ 0,50 por persona
- Los niños pagaban pasaje completo
- Después de las 9:00 p.m la tarifa era negociable
- El chofer se reservaba el derecho de admitir o no a un pasajero.
Una noche, cuando el carro hacía su recorrido, lo apedrearon y le rompieron una farola delantera. Es por eso que el propietario se quejó ante las autoridades y fue calificado por la gente como “un hecho de mala fe”.
Tiempo después, el conductor obtuvo del Gobierno, el derecho a la exclusividad del servicio hasta el 31 de diciembre de 1913, y al observar que era un buen negocio para la ciudad el 13 de abril de ese año, trajo el segundo automóvil, un King.
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