Las historias se propagan de generación en generación y hacen parte del imaginario popular. El ingeniero civil ocañero, Sabier Alberto Mejía Rizo, en el año 2004, durante la administración de Aníbal López fue contratado para la restauración del parque principal y en esas andanzas pisó la cabeza del cacique.
“Eso es verídico, no falla, me tropecé con la bibliotecaria del pueblo, Eliana Lorena Parada y fue amor a primera vista, ya tenemos tres hijas, fruto de ese enamoramiento, vivo feliz y contento al lado de mi familia”, señala.
Otro que da fe del encanto del pueblo barí, es el actual representante a la Cámara por las víctimas, abogado Diógenes Quintero Amaya, quien asegura que sus dos hijas es el producto de ese amor reflejado por la cultura barí.
“Sí funciona, estoy orgulloso de esa leyenda que identifica a nuestro pueblo”, exclamó.
Los empedernidos solterones deseosos de saborear las mieles del amor tienen la posibilidad de alistar las maletas y dirigirse al pueblo del encanto barí para que el espíritu del cacique que pernocta en los alrededores del parque haga el milagro.
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Las flechas del cupido indígena atravesarán los corazones y premiará la osadía con la prolongación de su existencia, indica el escritor Darwin Contreras.
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